I
No pensé que los acontecimientos se iban a suceder de esa manera, pero en estos casos la lógica queda relegada a un segundo plano.
Tratare de resumir en estas apuradas líneas la historia que metoco vivir, para que sirva de ejemplo a otros desdichados que crucen el umbral de lo desconocido.
Todo comenzó una tarde de abril, tras varios fracasos en busca de inspiración.
Habitualmente escribo novelas eróticas para una editorial de mala muerte, y despunto el vicio de la buena literatura tratando de escribir algo serio, que llene mi gusto por las buenas letras.
Siento que mi trabajo es prostituir mi creatividad por un magro salario, pero bueno, era escribir sobre obscenas historias sexuales o trabajar en una cantina durante unas interminables 12 horas.
La elección era sencilla. Utilizar un seudónimo y poner a trabajar la creatividad de una manera mercantil, insípida para mí formación, aunque redituable al fin; o relegar la maquina de escribir para algún lluvioso franco.
No quiero desviarme del motivo que me lleva a escribir estas líneas, así que tratare de ser conciso.
Un viejo amigo, al que por motivos de preservar su intimidad llamare facundo, me acerco la idea de escribir una novela sobre Satanás.
-¿no te parece un buen tema?, porque no contas en primera persona su punto de vista de las cosas…..vos tenes habilidad para eso-me dijo
Al principio, debo reconocerlo, la idea me agrado.
Pero luego de apurar el café deseche la idea. Lo considere un tema muy trillado, he imagine que la poca información que podría conseguir seria por religiosos parlanchines o iluminados lunáticos.
Mi formación teológica era lamentable, y he dicho era porque a partir del momento en que decidí hacer mío el tema propuesto por facundo, una vorágine de textos, fotos e infografia ocupo la totalidad de mi modesto taller de trabajo.
A partir de ese momento desfilo ante mis ojos un mundo desconocido.
Se me hacia insoportable conjugar mi trabajo con la recopilación de datos que estaba llevando a cabo. Escribir sobre mujeres de pechos opulentos y hombres con miembros descomunales se me hacia una pesadilla. Mi cabeza bullía de información y apenas comenzaba a vislumbrar hacia que lugar apuntaría mi relato.
Recuerdo que las primeras noches mantenía un orden de trabajo similar al que utilice en otros relatos: antes de cenar ordenaba todos mis papeles mientras preparaba los alimentos, durante la cena ordenaba en mi cabeza la forma en que encararía el trabajo, y des pues, recién ahí, comenzaba a escribir.
Esto era un rito habitual.
Pero luego de unas semanas perdí el control.
Pasaba las noches en un estado de excitación imposible de conciliar.
Y para peor de males, mi magra alimentación consistía en mordiscos de galletas y litros y litros de café que sorbía a raudales.
Así, permanecía toda la noche, fatigado, sin poder controlarme, envolviéndome más y más en la recopilación de datos.
A diferencia de otros trabajos que realice, en este, mis anotaciones trataban de preguntas que responderme, garabateaba cantidad de hojas ínter cruzando la información que recién obtenía con la que comencé a llamar “de archivo”.
Ahora que el tiempo transcurrió, recuerdo que un pasaje extraído de unas fotocopias llamo mi atención, pero era tal la cantidad de datos que manejaba que sencillamente lo olvide.
En un principio, no sabía a quien hacer caso.
Algunos datos pintaban a un ser despreciable, causante de todo mal pasado, presente y venidero.
En cambio otros, mas razonables para mi escasa lógica, trataban de analizar los motivos que podían llevar a una criatura tan evolucionada el “querer ser como dios” que la iglesia católica y cristiana le achacaban.
Sin tomar partido por nadie, decidí que lucero o lucifer (prefiero llamarlo así ya que luego aprenderia que eran diferentes seres) merecía una buena novela, y ahí comenzó mi pesadilla.
Mi principal duda como narrador pasa por la inseguridad.
Este problema le pasa a cualquiera, en cualquier actividad que desarrolle, pero a mi, es tos bloqueos mentales me dejaban totalmente destrozado.
Comenzar con ímpetu una narración, llegar a las 300 hojas de trabajo, y echarlas al cesto de basura era algo habitual en mí.
Ya tenía algún que otro problema con la bebida, y estos problemas habituales en mi producían efectos catastróficos en mi persona.
Ahora encaraba un difícil trabajo sobre un personaje enigmático, menospreciado y tema tabú para muchos, provocando que el fantasma del fracaso acaricie mis mejillas como otras tantas veces.
Así y todo, lleno de dudas y temores, enfrente el proyecto. Y hoy, aborrezco el día que decidí comenzar.
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