La semilla de aquella planta germinó en un jardín, y 9 flores amarillas nacieron esa primavera. Ellas conversaban y jugaban entre si, y no se dieron cuenta que una de sus hermanas aun era un capullo.
- Que flojera! - Dijo una de ellas
- Hay un sol radiante y ella todavía duerme! - Dijo otra
Una niña apareció y se puso feliz por el nacimiento de las 9 flores que estaban, pero sintió pena por la décima que aun no despertaba.
La 9 flores, celosas de cariño, competían entre si por ser la más bella del jardín y menospreciaban al capullo aunque la niña las quería a todas por igual.
De pronto, el viento arreció, y con su fuerza, arrancó a 3 de ellas desde su tallo y desaparecieron en el horizonte junto con con el polvo.
- Sólo quedamos seis!, cuando el viento vuelva, nos abrazaremos entre todas para que no nos lleve! -dijo la mayor de las hermanas.
- Y que pasará con la que aun no despierta? - pronunció la segunda
- Pues por floja se quedará sola, debemos protegernos entre nosotras que somos las que adornamos y le damos clase a este jardín. Nuestra dueña tiene que estar orgullosa de nosotras!
Y así ocurrió: El viento volvió, las hermanas se abrazaron y esta vez no pudo llevarse a ninguna.
Satisfechas de su tabajo en equipo, desplegaron sus amarillos pétalos hacia el sol, sin darse cuenta que una viejecita que iba pasando por la calle se acercó y cortó a otras tres. Las puso en su mano y prosiguió su camino.
Apesadumbradas por la pérdida de sus hermanas, la mayor dice:
- Cuando se asome una persona, bajemos nuestros pétalos para así evitar que nos vean y nos lleven!
Y así estuvieron una semana, hasta que a ese jardin llegaron a jugar unos niños, los cuales de un pelotazo, acaban con las tres flores que quedaban. La niña al ver que ya no le quedaba niguna de sus queridas flores, lloró y lloró.
Entre los tallos vacíos y las hojas, sólo quedó el capullo que aun no reaccionaba, y así pasó otra semana.
Una mañana, cuando se asomó el primer rayo de sol y las gotas de rocío se movían por entre las hojas, la flor despertó.
Ella se encontró sola, y un pájaro que vivía cerca le contó sobre la suerte de sus 9 hermanas. Triste por su soledad la flor no supo que hacer, y se esmeró en ser la más bella del jardín en honor a sus hermanas y a su dueña.
La niña que vivía en esa casa, al ver que era la única flor que le quedaba, la cuidó y la regó todos los días, hasta que ésta creció y se hizo más bella.
En el cariño que se tenían, la flor la regocijaba con su aroma y todos los días la niña la visitaba y le conversaba... Pero un día la niña no volvió.
Durante todo el tiempo que pasó sin ver a su dueña, se aferraba cuando había viento, se ocultaba cuando venía gente, y esquivaba hábilmente los pelotazos de los niños que jugaban. Debía sobrevivir hasta que su dueña volviera.
Una mañana, cuando la flor dormía, siente un metal filoso y frío debajo de ella: Ea un jardinero que la había cortado de su tallo.
-Esta es la flor... vendrás conmigo - dijo el hombre
Sintió que fue inútil haber tratado de sobrevivir oculta, y que nunca más volvería ver a su dueña que tanto la cuidó y protegió.
De pronto se encontró envuelta en un papel transparente, y el hombre se la llevó.
Con su pena, y sabiendo que ya le quedaba poco tiempo de vida, la flor cierra sus ojos y se entrega a su destino. Solo tenía un pensamiento: Su amiga.
Cuando ya estaba por expirar, la flor siente una risa familiar y siente el calor de unas manos que ya conocía: Era su dueña a la que tanto extrañaba! Estaba muy enferma en una sala de hospital, y la niña al verla, exclama de alegría.
La niña se disculpa con la flor por haberla mandado a cortar, pero le explica que su último deseo era verla otra vez.
La Flor, con su último aliento y llena de alegría, despliega sus pétalos como nunca antes lo había hecho, y emitió su más suave aroma para ella, tanto que impregnó todo el pasillo de ese hospital.
La niña tomó a la flor y la puso contra su pecho,
La flor se recostó en la niña, y con sus hojas parecía tratar de abrazarla.
Fue entonces cuando ambas se durmieron profundamente.
Fin
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