Áspero papel que entre tus suaves letras escondes mi secreto, guardo en vos un sueño inhóspito de la joven noche. ¿Un sueño? jurame tinta que no vas a engañar la inocencia de mi trampa, no difundas en vano el mensaje que mis cansadas manos murmuran a tus espaldas. No me engañes y guardá mi confesión hasta otros tiempos. No hay lugar para otro loco en esta ciudad demente.
Por eso te regalo esta historia, tratando de que algún día lejano, alguien se anime a contar el sueño de este viejo, tratando de cumplir su hazaña espiritual, y por qué no física. Ahora confidente mío, dejo a tu criterio si este hombre fue un héroe o sólo un loco más...
…Nace la noche, se estrellan estrellas en el estrellado cielo mientras que los caballos relinchaban con furia ante el ruido metálico que sonaba una y otra vez acercándose al establo. Un tanto temeroso intenté ver a través de la ventana, descubriendo solamente la blancura de la noche. Otra vez el ruido. Silencio. Me armé de valor y abrí la puerta de una sola vez. Mis ojos no creían en lo que veían, mi mente estaba paralizada, ¿acaso el vino me estaba jugando una mala pasada? ¿El sueño quizás me estaba venciendo?...
El ruido ya no era ruido, era una sombra, un reflejo opaco, gastado por los años y toda una vida de revanchas por ganar. Aquella cara oxidada se arrodilló a mis pies y suplicaba que le otorgase los dones necesarios para que al día siguiente fuera nombrado caballero en el imaginario castillo que era mi venta. En ese momento advertí que aquel hombre vestido de armaduras era el caballero de la mancha, “el caballero de la soledad”.
Lo miré a los ojos y lo encontré conocido, llevaba en él la esencia de la vida, aunque el resplandor de sus miserias opacaban su brillo tenia una mirada firme y dura, digna de un caballero, también reflejaba el peso de un mundo entero en sus hombros, de la injusticia, miedos, hambre, mentiras y desilusiones. ¿Lucharía por eso? ¿Lucharía contra sus demonios o con los de la gente? A lo mejor en el fondo de su razón creía en esos cuentos e historias gastadas, en los senderos que recorrían hombres con lanzas y escudos, ¿querría el tomar el mismo camino? ¿De donde venía? ¿A dónde iba? ¿Qué buscaba? ¿A quién? Seguramente se buscaba a sí mismo, como me busco yo, como se buscan todos, dentro de ese calabozo interior, donde se encierran culpas y deseos, queriendo enfrentarse en la batalla más importante para todo caballero: la lucha entre la razón y el corazón, la que da alas para alejarte de perjuicios de aquellos que no sabe en qué creer, de los esclavos del miedo a sentir, a vivir y a ser feliz.
No salían palabras de mis confundidos labios, pero quería ser cómplice de esa dulce mentira, porque la vida es mejor vestida de ilusiones y la mía lucia solo harapos de la sociedad. ¿Me estaré equivocando y cayendo en su misma locura? Si es así prefiero entregarme a ese placer y dejar el mundo de los cuerdos…
…Cervantes cierra ese viejo diario que encontró sobre la mesa de un árabe a quien visito para cobrar unos impuestos, pero en su mente queda pendiente el principio y el fin de la historia del hidalgo, y las huellas que dejó camino hacia el amanecer.