Ese día puntualmente no estaba de humor para fiestas. Solamente quería acompañar a un amigo el día de su cumpleaños.
Pero ahí estaba observándolos a todos bailar y sonreir, y yo, simplemente con una copa en mi mano.
De pronto, entre el tumulto te apareces de la nada.
Las preguntas sobre quién eras, y cómo eras se sucedían en mi mente, pero ya no importaban.
Yo no desprendía mis ojos de ti, y tú bailabas animadamente entre la gente.
Yo, desde un oscuro rincón, solamente te apreciaba en silencio.
De pronto, fugaz y brevemente nos vimos a los ojos, y cuando eso sucedió, la música dejó de sonar, y la gente a tu alrededor simplemente desapareció.
Solo quedaste tú.
Esa noche nunca pudimos hablar.
Esa noche nunca pudimos bailar.
Esa noche me dieron vuelta encima un trago, y para colmo me di cuenta que había salido sin la licencia de conducir.
Esa noche en la despedida, ni siquiera pude robarte un beso.
Esa noche nunca te dije que me gustabas, porque pensé que eso querías escuchar.
Aún así, esa noche, todo fue perfecto.
Sólo fue perfecto, porque esa noche, a pesar de todo... estabas tú.
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