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Roberta, muchacha bella de largas piernas, transportando tu estirpe sajona. Nunca supe tu apellido, pero aún te recuerdo cuando pasabas rauda delante de mi ventanilla y yo, muchachuelo absurdo, te contemplaba con mis ojos largos. Te sabía ajena, muy de otro ámbito, ese en el cual se desenvolvían doctores, enfermeras y varios pisos de pacientes anclados en sus tristes lechos. Nunca una palabra intercambiada, sólo miradas furtivas, un número anotado en un papel que me extendías para que te entregara alguna ficha médica, mientras yo intentaba un breve estudio de tus formas contempladas de reojo y tú, despreocupada, canturreando alguna canción de moda. Así pasaron varios meses, en los cuales te veía pasar afanada en una misión que siempre era acuciante. Muchacha bella y lejana, compañera de hospital y manantial de sueños. Algunas veces me aventuré por esos pisos asépticos en que la blancura falsificaba los temores y las voces se disgregaban fantasmagóricas en la multitud de salas. A veces, aparecías y no reparabas en mí. Yo, nervioso, tan cerca del objeto de mis ensoñaciones, tragaba saliva y me confundía en los albos rincones, queriendo ser devorado por los muros, sintiéndome acosado por la desesperanza.
Una tarde, pasaste por mi ventana. Ibas acompañada de otra auxiliar. De pronto, retrocediste y en impulsivo gesto, partiste una barra de chocolate por la mitad y me la entregaste con gesto resuelto. –Toma. Pa ti- dijiste con tu voz cantarina y te fuiste veloz. Absorto ante este inusitado gesto, me quedé contemplando el trozo de chocolate, como si dentro de él subyaciera un importante mensaje. Lo mantuve en mi mano durante un largo rato, hasta que reparé en la mirada burlona de mis compañeros.

Nunca más pasaste por mi ventana, creo que te fuiste a otro hospital, a otras dimensiones. Me quedé con la desolación del que nunca se atrevió a decirte una sola palabra y cada vez que un chocolate cae en mis manos, tu recuerdo aparece instantáneo y mientras el sabor de dulce y agraz del confite se disuelve en mi boca, asimismo te voy reconstituyendo, cada vez más idealizada, cada vez más lejana…











Texto agregado el 31-10-2005, y leído por 507 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
03-11-2005 Buien cuento quizá sacado de una realidad inexistente, pero que pudo o puede ser. Un saludo de sol-o-luna
03-11-2005 muy buen texto, me atrae las formas que utilizas además de hacer de cualquier tema una obrita de arte india
02-11-2005 No fue tu media naranja, fue tu medio chocolate... el camarón que se duerme con medio chocolate en la mano, se lo lleva la dulce corriente. Mis estrellas choco anemona
02-11-2005 Amor platònico con sabor a chocolate. Muy bueno. ollitsak
01-11-2005 "mis ojos largos", ¡me ha dicho tanto! Las expectativas no son tales y depende del grado de autosugestión con que las cargamos. La onza de chocolate: todo un código de comunicación apropiado y logrado, (al menos como imagen), aunque en este caso, entre el emisor y el receptor, se quedaron muchas cosas a medio camino. azulada
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