La suma de todas las cosas
desde el cominzo de la vida, un hombre agita sus pensamientos en la incetidumbre de saberse eterno, de sospecharse con un espíritu que perdurará cuando el mismo haya dejado de existir, las preguntas se van amontonando en su interior, la eternidad es un problema menor no importa si cuando terminen de sucederse los años de mi almanaque seguiré de alguna manera siendo yo. Preferiría que no, pues de esa forma habría de seguir consintiendo ciertas miserias y algunas pocas dichas.
He leido por ahí que durante el puñado de años que dura tu vida, fraguas tu cielo o tu infierno, es más puede que aun vivo ya estes en él, yo no he sido creyente, no he logrado la fé, pero creo fervientemente en estas palabras de un místico sueco que vivió hacia mil setecientos, y he decidido fabricar mi paraíso, pleno de días de sol, de suaves brisas, de copas de árboles que dancen al son de la música del viento.
Lo he preparado también pleno de páginas.
Y en esto ha consistido mi delito, no habeis descubierto aun mi propia trampa? No hay en mi paraíso ningun otro ser, salvo yo por supuesto que tenga vida, ni siquiera un fiel perro, o un amistoso caballo, ni la aventurada idea de un hombre, nadie que respire la diamantina ráfaga azulada, nadie que recostado al borde del río contemple conmigo una noche estrellada, nadie que imagine las nubes como carros romanos en el circo, nadie de nadie.
Entonces, sólo entonces comprendo con que materiales la vida nos ha dado nuestra pobre eternidad individual , acaso dentro de las pocas dichas de las que hablé al comienzo, haya sido en los años que van desde el inicio de mis días, los afectos, las cercanías de los otros, no ha sido en gran medida, puesto que la costumbre me lleva a fabricar paraísos de soledad.
Entonces habrá que idear algunos personajes que den vida a la obra y completen este escenario.
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