Amor (no sé tu nombre):
Si pudiera transmitir aquí lo que está sucediéndome en estos días, te diría que te extraño, que tengo miedo pero debo parecer valiente, que me arrepiento de todos los besos que nunca te di y de todas las caricias que nunca te hice. Miro la foto que te robé y eso me anima a seguir.
Pero, amor, si vuelvo, si vuelvo por algún milagro del destino -no de Dios, aquí no existe Dios-, sé que mis manos de matar no podrán estrenarte, sé que ni siquiera podré animarme a mirarte a los ojos alguna vez.
Si logro sobrevivir, mi espíritu habrá muerto en esta guerra inútil. Si muero, seré uno más de tantos soldados desconocidos.
¿Qué nos hace la guerra a los hombres? Nos anestesia, nos embrutece, nos transforma en bestias. Pero saber que estás allí, con tus ojos húmedos y verdes, y que gracias a esto tu pueblo será libre, en algo me redime. Aunque quizás nunca conozcas la intensidad de mis sentimientos, sí quiero que sepas que tu presencia me mantiene vivo hasta donde lleguen mis fuerzas.
Hasta siempre
Nick
Escribirle a alguien casi desconocido no es fácil, pero cuando tuve tu carta entre mis manos, temblé, se me nubló la vista, entendí lo que significa que se te estruje el corazón en el pecho, un enorme agradecimiento se desplegó por mi alma y olvidé la vergüenza.
Siempre supe que habías robado mi foto, mi madre se dio cuenta y me lo dijo. Yo deseé que esa foto pudiera cuidarte, que mis brazos viajaran con ella y que se transformaran en un escudo protector. ¿Lo hicieron? ¿Pude protegerte? ¿Es posible amar a alguien así, sin saber nada de él?
Dicen que desde que terminó la guerra mis ojos son más verdes, debe ser la mezcla de lágrimas infinitas y de esperanza. Gracias, Nick, solo puedo decir gracias porque me quedo sin palabras, porque debo cuidar a los heridos y porque debo buscarte. Un amor así no puede perderse en la guerra.
Ángela (ese es mi nombre)
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