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La cobardía y el pañuelo

Soy un cobarde. Estoy seguro de que no necesito convencer a nadie con esta opinión, pero es lo primero que me sale decirte.
Ya sé, ya sé que suena a excusa.
Bueno, entonces empiezo de nuevo. A ver…
¿Sabés lo que pasa? Soy un fantasma. No existo. Por eso me voy, desaparezco, no me comprometo, no estoy, no me quedo.
No, ni yo me lo creo. Ahí está… Eso es lo que pasa, vos creés, vos todavía creés y a mí se me terminó. Fueron muchas las cosas que me pasaron, algunas por al lado, otras por encima, pero en general todas me atravesaron dejándome lleno de agujeros. ¿Qué tal la imagen, te gusta?
Te miro y me parece mentira que estés sentada escuchando estas idioteces de viejo acabado.
Yo salí a trabajar de muy chico y, aunque no me creas, no tuve miedo. El mundo del fútbol es cruel, te absorbe de a poco; sin que te des cuenta vas sacrificando, una por una, cosas muy importantes, como estudiar, por ejemplo.
Hay que fumar lo menos posible, mejor si no fumás. Por supuesto, el alcohol está casi prohibido y las mujeres, nunca antes de los partidos. Eso te puede presionar, pero en definitiva, te lo bancás, te acomodás, qué sé yo.
¿Te interesa lo que te cuento? ¿Sí?
Si me seguís mirando de esa manera, te voy a tener que dar un beso. ¿Qué no me atreva?
El entrenamiento, al ocuparte toda la semana, te quita muchas posibilidades, pero el gran esfuerzo lo hacés cuando te convertís en profesional. Al principio, yo también laburaba con mi viejo, porque ganaba poco y me quería ir de mi casa. A los dieciséis me fui nomás, después volví un tiempo, mis hermanas me fueron a buscar y volví… A los diecinueve ya estaba de nuevo en otra pensión. En ese momento ya cobraba más plata, pero estaba muy solo.
Mirá si te hubiera encontrado en esa época y no ahora, que estoy viejo, ya, ¿eh?
Bueno, me voy un poco a la mierda.
Estar enfermo y no tener a nadie que te cuide, por ejemplo, o no tener la ropa limpia, la comida caliente o alguien que te espere, qué sé yo… Eso pesa mucho. Quizá por ese motivo me transformé en un donjuán, en un picaflor, jajajaja, como quieras llamarlo. En esa época, saltaba de mujer en mujer, no sé muy bien qué andaba buscando, quizá te buscaba a vos…
Y por supuesto, siempre el fútbol. El negocio te empieza a envolver y es muy difícil salir. Llegar a ser titular implica muchas concesiones. Bajás la cabeza una vez y otra vez y, cuando querés acordarte, ya tenés vendida el alma. Y es buena guita, ¡la puta que lo parió! Entonces empiezan las anfetaminas, primero por un resfrío, después por una gripe y terminás dándote con cualquier cosa, y ahí, sí, salís a la cancha y volás, no te para nadie, sos Dios, pero al final te pasa que la pelota que pateás se transforma en una bola de nieve cada vez más pesada…
Si llegás a terminar el partido, por lo menos estás dos días para recuperarte. Pero ¿sabés? Yo ahí tampoco tenía miedo. Yo sabía hasta dónde me daba la máquina, nunca me pasaba. La diferencia la salvaba con el entrenamiento, ahí descargaba toda la bronca a los dirigentes, sobre todo, al técnico que te dejaba en el banco si lo habías criticado con algún periodista que te había mandado a propósito, qué sé yo.
A Rosario me transfirieron unos seis meses antes de la lesión.
¿Querés un cigarrillo? Me quedan dos. Estás callada, ¿eh?
A Rosario, voy, sí, antes de la lesión, Allá vivía como un rey, aunque la vida de hoteles te pudre un poco, la comida de los restoranes, todo eso. Siempre pienso que esa vida de mierda hizo que me casara. ¡Qué precio alto que pagué!
Tomá el pañuelo.
Después vino la lesión en la rodilla. Pero ahí ya estaba jugando en Quilmes. ¡Qué hijos de puta! Me hacían jugar infiltrado y el médico decía que no tenía nada. Si no hubiese ido a verlo a Ledesma, hasta podría haberme quedado paralítico. Tampoco tuve miedo en ese momento, me operé, me recuperé, me echaron, fui a Futbolistas Agremiados a hacerles juicio, a reventarlos, no sé, pero no me dieron bola, el asco del negocio se veía tan claro… “Quedate tranquilo, flaco, tomá esto y no molestés más”, me dijeron, y yo me fui, sí, mandé el fútbol al diablo pero no agarré un mango, nada, te lo juro.
No me mires así, por favor. Vos sabés por qué te cuento esta historia. No siempre fui un cobarde. En todo ese tiempo yo intentaba luchar por cambiar las cosas, creía en la dignidad, te lo juro.
Sí, esto es distinto. Tenés razón. Debe ser que la cuerda se me terminó en esa época. No puedo cambiar nada ahora. ¡Lástima no haberte encontrado antes! ¿Qué macana, no?
Bueno, era para ver si te reías un poco, sino me vas a dejar el pañuelo lleno de lágrimas y moco. Ah, te reíste…
Tonta, tonta… ¿Qué esperás para irte?
Yo ya no cambio más, vení, vení un poquito, así, entendés, yo ya no cambio más. Tenemos los tiempos cruzados vos y yo. No es sólo por mi hija, te equivocás si pensás que solo es por eso. Son muchas cosas. Debe ser que me quedé paralítico en serio, pero de la cabeza y del corazón. No te juntés con tipos así, sirven para joder la vida nomás.
Qué lindo que es tu pelo, cómo me gusta acariciarlo…
Bueno, basta. Mejor andate ahora, si no, no te vas más. Yo sé lo que te digo.
No, dejá, quedátelo el pañuelo, por lo menos que te quede eso de mí.

Texto agregado el 30-10-2005, y leído por 117 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
31-10-2005 hay como una inacabada historia q empiezas a contar y desmenuzas pero no acaba y te deja ver mas q el alma vencida de un ídolo q sólo desea q lo alabe el beso redentor de una paloma y no todos los gritos y aullidos de un estadio...opss q no acaba te dije?...pero como se desarrolla! Me encantó ...por eso.- piquitos de miel y estrellas húmedas gaviotapatagonica
31-10-2005 Me gusta como habla el personaje, es como que lo veo, tal cual, lo pintas estupendamente. Me gustó mucho***** Goyo
 
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