Como nació este Valse
En memoria de Mario Cavagnaro
Habíamos regresado de Pacasmayo y vivíamos nuevamente en nuestra casa de Jesús Maria, yo trabajaba Sábados y Domingos en el Jockey Club del Perú calculando las apuestas… a las cuatro y cuarenta partió la Octava y última carrera de la reunión del Sábado, organizada para potrancas no ganadoras de dos años con un premio de cinco mil soles para la ganadora, tres mil para la segunda y mil para tercera, gano Seducción que pago sesenta y tres soles con cincuenta centavos por boleto de a diez soles, no había sido favorita.
Luego de finalizar los cálculos y recibir los cien soles por mi trabajo de la reunión, trepé a un automóvil colectivo en la Plaza San Martín, para volver a intentarlo una vez mas, cuando llegue a la esquina de Santa Cruz con Arnaldo Márquez, frente a la casa de Fressia eran las seis… Tenia la esperanza de cuando menos verla y si Dios se apiadaba de mí, ser perdonado al fin.
Fressia era la espina que yo tenía clavada en mi garganta, tres meses antes yo había sido su primer enamorado… Era una mocosita de quince años, pizpireta, bonita y con un carácter insospechado que arruino mi juventud. En la primera y única fiesta que fuimos ella me hizo una muy pequeña escena de celos inmerecidos, que yo quise acabar por siempre demostrándole quien mandaba en la pareja… Termine con ella en la falsa seguridad de que ella acabaría pidiéndome perdón, que iluso… yo le pedí perdón repetidas veces sin ser nunca perdonado, ella era la que mandaba.
Me canse de deambular de esquina en esquina sin que ella se asomara, estoy seguro que me vio, porque hubo movimiento en las cortinas de su cuarto mas de una vez, fume como una lechuza ante la entupida incertidumbre de no verla, ya daban las nueve de la noche cuando Alfredo que salía de la Vermouth del Cine Palermo de ver una película de aventuras, se aproximó a saludarme y me forzó a ir al Club… bueno realmente el Bar y Billares Tropical en la esquina de Garzón con Santa Cruz, donde luego hicieron la tienda de jugos de frutas de los japoneses y el restaurante de Pescado Crudo, frente a la botica… ¿Te acuerdas, Fressia?...
Allí se reunía todo el que era alguien en Jesús Maria, para tomar unas Cervezas con su piqueo y jugar unas mesas de Billar a ver quien pagaba la cuenta, a mentirnos mas y mejor sobre nuestras conquistas amorosas... Alfredo estaba contando la película cuando llego Mario, criollazo, jaranero, buen jarro, mejor amigo y Gerente Musical de la Disquera Sono Radio, mas conocido que la ruda en todo el barrio.
Noche de club
plan de quemar
los tragos vienen y van
Donde es el plan
pa' jaranear?
- ¿Quién sabe donde hay jarana? Pregunto Mario.
Nadie sabía de ninguna fiesta, el ordenó un pisquito y Lomito Saltado para comer, se quito el saco, empezó a buscar quien armara una mesa con él, nada fácil porque era muy buen jugador… le brillaban los ojos verdes al Gato Gonzáles cuando llego con la buena nueva.
Esta noche hay que farrear
Ahí viene el Gato
trayendo el dato
de una criolla jaranita
- Hoy es cumpleaños de doña Rosa, los muchachos de Villa Anita están comprando Ron de quemar, Pisco, Cerveza y las chicas van ha cocinar Carapulca, Arroz con Pato, Aguadito en punto de Parida, Causa de Bonito y Papa a la Huancaína. Contó el Gato.
Tenía sus ventajas haber vivido en la cuadra diez de General Garzón y estudiado toda mi primaria en la Escuela Fiscal Experimental de la cuadra nueve frente al Rolo, a los Churrascos Godo’s y a media cuadra de la Villa Anita, quinta que cruzaba desde la cuadra ocho de Garzón hasta la cuadra ocho de la Avenida Brasil, donde no todos los que entraban por Garzón salían enteros por Brasil y viceversa; pero yo que había estudiado con casi todos los patas que roncaban en la quinta, entraba y salía como en mi casa… a visitar a Verónica.
Porque yo estaría sufriendo por Fressia, pero no estaba muerto, ella era una zambita criolla de diecisiete años, que vivía en la quinta, ya habíamos tenido algunos encuentros en la casuela del cine Opera… Como escribía don Ricardo Palma “en el Perú quien no tiene de inga tiene de mandinga” -- pues ella tenia de los dos -- maravilloso cruce de razas negra con chola que produce mujeres de a verdad, de cintura de avispa y cadera bien torneada, poto listo desde el nacimiento para que le quemen el alcatraz y ritmo en todo el cuerpo.
- Hay que comprar mas trago, gaseosas para las niñas y seguro que somos bien recibidos. Opino Mario.
- Yo compro el pisco, hace tiempo que no veo a la morena. Dije yo sacando los cien soles que había ganado en el Jockey.
- Cada uno pone veinte soles y entre todos compramos todo. Dictamino el Gato, salvándome parte de mi dinero.
Se ha armado en la Villa Anita
de rompe y raja una farra
el pisco se toma en jarra
y es hasta de mañanita.
Llegamos a la cuadra ocho de General Garzón, entramos a la quinta, la fiesta ya había empezado, la casa de doña Rosa quedaba casi para la Avenida Brasil, al fondo del callejón.
Carretas aquí es el tono
pasen de frente
al fondo esta el bar.
Dejamos las botellas sobre la mesa de la sala, que estaba llena de vasos medio vacíos y buscamos a doña Rosa para saludarla por su onomástico, ella le tenia gran afecto a Mario y era tía de Verónica, nos recibió con mucho cariño.
¿Y on' ta' la dueña del santo
que la venimos a saludar?
- ¡Estas en tu casa! Me dijo doña Rosa, respondiéndome el beso en el cachete, mientras Verónica se acercaba como quien no quería la cosa.
- ¿Arturo… no quieres un pisquito para nivelarte? Pregunto Verónica.
Y luego hay que nivelarse
con los que toman desde temprano
Pásame la bota hermano
que quiero hacer un salud.
- Solo si después bailamos esta Polquita. Le conteste, quitándome el saco.
Bailemos de punta y taco
a quitarse el saco pa' jaranear
luqueando siempre a la gila
no se la vayan a paletear.
Verónica empezó a sacar viruta del piso moviendo su cadera, yo apenas si podía seguirla, la morena tenia mucho ritmo en la sangre, también ya me había demostrado ser muy buena en las artes del amor… para cuando terminamos de bailar la Polquita, Mario tenia la guitarra en una mano y un vaso a medias con pisco en la otra y estaba abrazando a su comadre Carmen, todo al mismo tiempo… dejó el vaso, soltó a la comadre y empezó a cantar.
Mandándose siempre el viaje
de buenos tragos no importa el raje
que al que toca y al que canta
se le seca la garganta
Una vez más quedo demostrado que es bueno tener contenta a la mujer… Verónica me trajo de la cocina un plato de Papa a la Huancayna de chuparse los dedos y empujo a todas para servirme una copita de pisco puro de uva para que bajara suave, se fue y regreso con un Aguadito en punto de parida, todo para su amor.
Salud! salud! salucito!
dame otro pisquito para resbalar
la papa a la huancayna
que allá en la cocina
me acabo de tirar
La fiesta continuaba, un par de idiotas que quisieron hacerse los vivos con las chicas fueron, expulsados de la jarana sin mas vaina… ni siquiera hubo que sacar la chaira porque huyeron en cuanto fueron retados, porque la fiesta era para celebrar y no para buscar mujer, yo estaba medio borracho después de brindar con todos los patas de mi clase de sexto año de primaria, a mi no me gustaba tomar, pero hay casos donde no puedes negarte y mantener la crisma entera, Verónica me jalo pa’ adentro y me estampo un besito mordelón, recriminándome.
- Hace tiempo que no me buscas.
- El trabajo me mata, Verónica… pero aquí estoy. Le conteste yo.
- Mi papá esta durmiendo la mona en el cuarto de mi tía, mi mamá esta en la cocina preparando el cabrito… no hay nadie en mi casa. ¿Quieres venir? Dijo Verónica.
Esto era tomar un verdadero riesgo que solo podía terminar en matrimonio o cárcel, pero yo estaba fuera de mi por el alcohol y el desprecio de Fressia, realmente necesitaba quien me diera un poco de calor, de amor o ambas cosas y caí sin importar el riesgo.
- Anda tu primero y déjame la puerta abierta, que yo te sigo cuando no me vean. Le pedí a Verónica, que lo hizo de inmediato como si ella necesitara lo mismo.
Si tú esperas por la ocasión propicia, puedes esperar toda la vida en vano… La ocasión hay que fabricarla con astucia, pregunte abiertamente por el baño -- yo sabia que el mas próximo retrete común quedaba junto a la casa de Verónica -- me indicaron donde estaba, caminé pero entre a la casa.
Verónica tranco la puerta con una silla, para evitar sorpresas, yo la ataque de inmediato con besos y caricias, que se fueron haciendo cada vez mas atrevidas, hasta que Verónica fuera de si, se echo en el sofá cubierto de plástico transparente, mientras gemía de pasión y me arrastraba junto a ella.
No nos importo el riesgo o el ruido, yo la poseí como si fuera la última vez -- tú nunca sabes si es la última o si habrá otra -- la penetre salvajemente, tal vez tratando de vengar en ella los desprecios de Fressia; recapacite… Verónica era ella… no alguna otra y merecía si no amor, cuando menos respeto y ternura, le bese los labios carnosos propios de su raza, aspire el aroma fuerte de su cuerpo y me entregue a la vorágine del amor escondido y a sobresaltos, fue mía no una pero dos veces antes de abandonar la casa disimuladamente.
Eran las cinco de la mañana, la fiesta seguía e iba a seguir hasta que se acabara el trago y la comida, pero como yo tenía que trabajar en el Jockey Club era tiempo de partir; Mario seguía cantando… el Valse estaba tomando cuerpo, sonaba cada vez mejor, a Mario se le secaba la garganta con mucha facilidad, ya había consumido una botella de pisco y se iba por la segunda, pregunte por doña Rosa para despedirme.
- Esta durmiendo. Me contestaron, para mi se acabo la fiesta..
Ya iremos de madrugada
en un colepato hasta la parada
a calmar la tranca asesina
con un criollazo caldo de gallina.
En un automóvil del servicio colectivo, me dirigí al Mercado Mayorista, a comerme un Cevichito con Leche de Tigre y un caldo de Choros para matar la resaca.
Llegue a las ocho de la mañana a la Misa en la Iglesia de San José, para auque sea verla de lejos… Fressia no estuvo tampoco esa vez, como no estuvo nunca cuando la busque.
Esa noche Mario compuso el Valsecito que se hizo famoso.
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