Impulsaba con fuerzas algo que no tenía forma. Le rodeaba una nebulosa. Era difícil determinar si era noche o día, él sólo sabía que tenía que empujar aquella cosa, puesto que era una misión importantísima. Alguien le formuló una pregunta. Reconoció a ese alguien que bien podría ser un amigo, un enconado rival, su padre o su abuela. Todo era difuso a pesar de las certezas. Las calles ahora eran inmensas y arboladas, nadie las recorría, mucho después comprendió que eso podría corresponder a un camposanto, pero no, detrás del mármol negro se dibujaban ventanas, aunque, pensándolo bien, tras las ventanas se veían sarcófagos ¿o sólo eran sillas? No, todo era difuso. A lo lejos se divisaba una loma. Un microbús descendía a gran velocidad levantando un manto polvoriento a su paso. Recordó que ese era el vehículo que lo conduciría a su hogar. Pero ¿Cómo subiría con ese tremendo bulto a ese microbús atestado? Nebulosa. Luego el se encontró a bordo de aquello que parecía un tren, portando un grueso maletín debajo del brazo. El ferrocarril viajaba cauteloso en medio de unos desfiladeros. El entendía que se dirigía a su hogar, el que también era su lugar de trabajo. Alguien le sonreía y en esa sonrisa parecía dibujarse una respuesta. Revisó el maletín que ahora ya no era maletín sino una bolsa de plástico. Revisó el contenido y se encontró con tres o cuatro panes y un poco de fiambre. Repentinamente, el silbato del tren sonó con gran estridencia y parecía que el estruendoso sonido los iba a ensordecer a todos. El abrió su boca para evitar que se le reventaran los tímpanos y el sonido fue aminorando su intensidad hasta que en algún instante pareció atravesar una invisible muralla y se fue transformando en un golpeteo acompasado. El entonces, abrió sus ojos y con ello dejó abierta una brecha por la cual se filtraron su persona y el sonido que ahora provenía de un reloj despertador. ¡Lo había logrado! Desde ese momento, el podría transitar de acá para allá y de allá para acá sin tener que recurrir al expediente de dormir. El mundo de los sueños le había franqueado su puerta y el, desde aquel momento, de pie en el umbral, cruzaría ambas fronteras con la misma perplejidad…
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