Después del unívoco
Antes de existir,
tenía todos los nombres, existentes o por inventar,
las caras, ojos, tonos de piel y de voz,
pertenecía a todos los lugares y a todas las épocas.
Era yo y los demás.
Ahora he nacido, y me siento vivo, pero incompleto,
extraño a quienes también fui y que hoy no recuerdo,
voy por las calles y observo a la gente entre la multitud,
preguntándome cuáles de esos rostros eran míos,
si la penumbra del vagabundo,
las nubes de los amantes,
o la culpa del fugitivo
me habrán o no pertenecido.
Me abalanzo sobre ellos, y los miro muy de cerca,
intentando reconocerlos.
Y ahora rumorean que enloquecí,
y debe ser cierto,
pues tantos desvelos y borracheras llevo tratando de recordar
que ya me olvidé incluso del único seguro que era,
al de carne y hueso, al que podía tocar, la imagen que devolvía el espejo,
¿quién era?.
Él.
JOO
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