Un calor intenso sobre la arena del borde costero, un ascenso invisible a través de la mirada de una multitud en descanso. Pronto, se ubica en lo alto y se halla acompañada, en un breve silencio, por infinitas partículas que parecen ser de su mismo tipo, pero sus variadas procedencias indican y resaltan las innumerables diferencias.
Luego de un instante de contemplación a lo que se cree está aterrizado, decide involucrarse en un viento oscuro cargado de estruendos pertenecientes a una época en que cada vez más abarca la tiniebla.
En el tiempo más inesperado, colisiones desatan destellos, ruidos, gritos y hasta llantos. Sin embargo, nuestra amiga sonríe desde la altura, lo disfruta y poco a poco prepara su aterrizaje. Siempre cuidadosa de hacerlo suavemente, limpiamente, de manera transparente y ojalá sobre una bella flor de color amarillo que brinde un brillo y sea gran amiga de fotones del espacio, para que de esa manera despida de su alma, la más pura energía.
Tan deseado y valorado evento se produce en un cuadro sublime de atracción exclusiva para los videntes, quienes comparten la sensibilidad y el sentimiento de un acontecimiento como tal.
Yo, el único espectador, soy favorecido, la sorprendo y en una interconexión galáctica, emprendemos el nuevo rumbo. |