“Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.”
(Julio Cortázar)



Caigo dentro de tus formas y tus fondos, me desmaterializo en la profundidad de esos silencios, oigo la bruma de tu piel deslizarse con mis manos, esa claridad del horizonte atravesando el centro de mis pechos. Y la noche desaparece en el ajetreo de las bocas; me sublimo a ti bajo el brote de tu lengua encapsulada en la marea de mis labios; en esa conjunción de salivas al borde del abismo; me abro; estallo en el aroma de las flores; desaparezco como un eco divagando entre tus pieles. Siento ese tenor de las pupilas expuestas al todo; tu mirada titilando en el correr de los instantes, bajo el destino de estruendosos dedos; amante de las lunas y las sombras; como un lago flotando en el asilo de tu vientre exploro las incesantes sensaciones que me acosan.
Y así me pierdo; mortal, obsecuente, temerosa, hueca, trunca, en tu rostro que se quiebra de ilusiones; feroz, distante, aguerrida, eterna, única, dibujante de mis cuencas y mis valles, de poetas y de mieles...

Ana Cecilia. ©