En la mañana,
el rocío sobre mi pasto,
veo.
Y pienso en los desolados,
en las lágrimas
que por las noches,
en silencio y sigilosamente
se les fueron cayendo.
Lágrimas que salieron
de heridos recuerdos,
de fustazos de melancolía,
mordidas de nostalgias
o algún amor
que por las espaldas
les clavaron
mil puñales de ausencia.
Pienso en esos llantos compungidos
sin abrazos ni consuelos,
en esas lágrimas
que nunca llegaron al piso,
que se hicieron vapor
por el dolor,
que se hicieron nubes pálidas
de la muerte que esperaba
(Por un deseo al que no se atrevieron).
Y son iguales las lágrimas,
las del dolor, de la soledad,
las de los desolados,
los hambrientos de besos,
abrazos y consuelo.
Son iguales,
iguales a las gotitas
que se acurrucan sobre mi pasto,
son las mismas,
es el rocío que veo.
Y vuelvo a pensar
mirando el cielo
y me pregunto:
¿Cual será el misterio
de tantas lágrimas
lejos de los cuartos
y de los cementerios?
...Y algo de tristeza me aprieta
el pecho...
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