Hundido el cuerpo en el orificio,
¿Por qué decidió marchar?
El momento fue el causante de tal alevosía.
Encontrarse a la muerte en un retrato de azar,
Verla allí dibujada inmóvil, deshecha de la vida,
Con los ojos ensalzados de lágrimas frías,
El cabello arrugado, perplejo de miedo.
El vestido blanco angelical
Que solo ella podría estrenar.
No había nadie mejor que la muerte para verla morir.
Sentí angustia,
Culpa,
Soledad,
Savia divina,
Sabría que esta seria eterna y perduraría por siglos,
Que no habría factor latente
Que se apoderara de la existencia.
Pero era tarde la muerte había muerto.
El antídoto inexistente en las manos humanas,
Enterrarla en ese lecho que nunca fue de rosa...
Siempre tan gris, plagado de miradas perdidas.
La muerte había decidido morir
Hacerse a un lado de la vida,
Y que ahonde la soledad de su presencia.