¡Que no diera por hablar de esa manera que parece expresar todas las cosas que uno trae adentro!. ¡Que no diera por ser uno de esos hombres dotados de la palabra y a quienes la misma palabra les ha dado un escape a su volcán interno!
¡Que no diera porque explotara mi pecho, hoy mudo, y lanzar al mundo todo el mar de mis emociones contenidas!; que mi boca exhalara toda mi ceniza interna... que se proyectara a las alturas, como un universo de chispas relucientes para después caer lentamente sobre mi cabeza y los míos, como en una fiesta cae el confeti de color en el pelo de un niño.
Que no diera yo por encontrar todos los matices de las emociones atrapadas en estas letras silenciosas que me ahogan, y besar a la nostalgia y a la esperanza, al amor y al desamor, a la tristeza y a la alegría a la depresión y a la excitación, decirles que las conozco que sé quienes son ellas, que no son más extrañas para mí.
Pero mi violento mar interno es una jovencita hermosa pasando por el frente de mi calle a los diez años, es la bicicleta detrás de un aparador; es la niña hermosa de sexto año, Lorena, con su carita blanca y su pelo rizado, largo, negro, tan cerca y tan lejos, siempre inalcanzable, siempre lejana, siempre a mil metros de mi pupitre, siempre mirándola de reojo.
Mi violento mar interno es el silbido que lanza un naufrago a un barco en medio del huracán, es la luz de una lampara en una calle lodosa, es un amanecer en el desierto cuando azota la tormenta.

¡Que no daría por expresar lo que siento y plasmar la geometría de mis emociones de alguna forma... de esa forma que no sé expresar y que me trae amargura, que me trae desaliento, sin que pueda trascender mi parte oculta y llena de miedos... algunas veces creo encontrar ese escondrijo, esa cueva perdida en la maleza de mi montaña muda, y después, después solo se posa en mí la sombra de la insatisfacción, no he encontrado mi camino, no he salido de mi prisión...

Juan José Arreola se fue un día. Pero dicen los que saben de él que algunas de sus últimas palabras fueron “ me voy feliz “.
Un hombre satisfecho de su paso, que ha encontrado la manera de despedirse, que ha hablado al mundo y no se ha contenido, que ha enfrentado al último enemigo con la valentía y dignidad suficiente.

Pero mis ansiedades están muy lejos de su figura quijotesca, son un embudo que se forma con mis miedos y succiona mi mente, acrecienta mis congojas, me lanza con fuerza a un camino equivocado, me arranca el aliento y me aleja de mi horizonte a pesar de mis ojos saltados y mis gritos contenidos...

Nadie quiere irse sin dejar rastro, nadie quiere que el olvido lo alcance... marcarás un árbol, pintarás una pared, lanzarás un grito, construirás, derrumbarás... escribirás tu vacío... pero buscarás levantar la mano y decir ¡aquí estoy!. ¡Tengo un cuerpo! ¡Tengo una mirada! ¡Tengo cosas únicas! ¡Pero tantos se han ido sin contar sus historias!, ¡Tantos han caminado el mismo sendero que la huella que miras es la huella de un millón de historias perdidas!, es el camino que pisó un ejercito en un día de tormenta... es la desolación de los que se han ido y cuyas historias han sido cubiertas por el polvo de los siglos...

Y sin embargo sigo atrapado, con mis emociones derrumbándose sobre mí...