Por llevar la pena en los ojos, lloro con el recuerdo de tu mirada, esa que, aunque vidriosa, era transparente más que cualquiera
Por llevar la pena en las manos, recordar las tuyas me estremece hasta las lágrimas, en cualquier lugar y sin esperar momento
Por llevar la pena en el corazón, tus palabras siguen sonando cercanas y presentes
Por llevar la pena en el alma, lloro con ella todo lo que fue tuyo, todo lo que contaste, lo que hiciste, lo que lloraste y lo que amaste

Por llevar la pena me remito a recordarte y llorarte, con ese llanto que no se acaba, que no es consuelo sino tortura
Lloro porque quiero algo que no puedo tener, porque el tiempo me ganó y no me advirtió
Lloro porque a tu lado todo era tan distinto, tan distinto como ahora nada lo es
Y lloro porque te fuiste a donde se hace tan lejano el reencuentro, donde no pude seguirte.

Por llevar el alma llena de pena, esto es lo que me queda:
Llorar mientras intento convertir las torturas en felices reliquias,
las lágrimas en sonrisas tímidas,
y talvez algún día, la pena de extrañarte en la alegría de amarte