EN EL PUENTE UNA RED...
Los pasos suenan por la escalerilla, avanza la hermana hasta su lecho, se acomoda a su lado, la tibieza se siente, la presencia aún más. Las manos acarician más allá del alma y se duerme alegre sin palabras.
Josefa despierta de madrugada contenta, sin preocupaciones, total la hermana llegó, tarde , pero allí está. Se endereza para constatar la figura querida en la cama contigua, quiere cerciorarse del sueño reparador. El lecho está igual que siempre ordenado, sin rastros de haber sido abierto, sin la huella de quien ya se levantó.
No hay voces, ni olor a café, no huele a flores traídas del jardín, tanto silencio que asoma por aquí.
Mira el reloj en su muñeca, las cinco de la mañana, un escalofrío la recorre...pero si llegó... la sentí, ahí estaba, piensa, así lo recuerda, nítido en los sentidos.
Camina con paso ligero, sus tacones resuenan en la oscuridad y el cemento de la calle que parece ignorarla en sus rezos y en las imágenes que se suceden como augurio de la más trágica noche. Se encamina hacia la casa de sus amigas, solitaria, los puños apretados y la voz de las luces que se reflejan en sus manos y el latir de sus sienes anhelantes de respuestas.
Se acerca al ventanal, golpea una primera vez y sólo el ladrido de un perro lejano se deja oír. Nuevamente da golpes suaves en el vidrio, una cortina se abre, el rostro soñoliento de Adela la reconoce y la deja pasar. Entra con dificultad por entre las camas y el velador. Ella está allí durmiendo plácidamente, esta hermana que se desplaza en silencio por las paredes de las casas, la mira sonriente otra vez y con un gesto la invita a su lado a continuar el sueño que fue interrumpido antes de soñar.
Josefa se desplaza entre un mullido colchón que adormece sus sentidos, la seda suave la envuelve , la acoge para volver a comenzar.
Josefa no era la hermana, no era la que despertó...ella nunca fue Josefa, sólo Adela era real, la mira fijamente mientras una lágrima se deja caer...
FATAMORGANA
Patricia Lara Arriagada
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