Sepultada
por mi propia voluntad,
encadenada a esta cacería
absurda
que duró demasiado,
me dejo desollar .
No niego que mi sombra
salta cuando tu nombre
se acomoda
a las comisuras de mis labios
y que mi rígida piel
saborea ansiosa tus abismos,
pero mi desnudez
es como un cuchillo
escarbando en la nada.
Entonces
sepultada
por tu olvido ácido
cociendo la fisura
que quedo en mi costado,
me acomodo a la par del tiempo
y juego a la vida,
contraigo mis quejidos
violentos
y me dibujo una sonrisa
con hoyuelos
para darle plenitud
a mis mejillas,
me envuelvo para regalo
y me voy
a regalar los besos
que olvidaste en la mesa.
Por mi propia voluntad
rompo las cadenas,
abro la jaula,
me dejo arrastrar
por el viento,
de esta madrugada
con gusto a despedida...