***Ab duil shalá *** ¬
( por: Anngiels | Género: Cuento )
Un café, una mirada oscura perdida en un punto detrás de la vidriera, unas manos sosteniendo una barbilla, un rostro de ojos oscuros, cejas pobladas y unos labios de mora carnosos.
El café se enfría en una taza blanca como los recuerdos, y una extraña sensación que recorre el cuerpo de esa mujer solitaria, y de mirada soñadora. Algo esta por suceder, algo le dice su corazón, ¿pero que? se pregunta, sigue con su mirada perdida, no ve la gente que pasa, ni la que entra al café, no oye nada, esta rodeada de otros sonidos, de otros colores, de otro mundo.
Esta soñando nuevamente, pero hoy como nunca despierta, desnuda, su alma vaga por un país lejano, un país como el de las mil y una noches, por otro universo, el universo de los sueños, de la fantasía.
Vuelve a su mente ese sueño recurrente, ese que la rodea desde su niñez, desde que comprendió que su vida estaba enlazada a otra, primero pensaba que eran solo los sueños que se desprenden de los cuentos de niña que su madre con tanto amor le contaba, precisamente aquellos de las Mil y una noche, esos que no se cansaba de escuchar, esos que su madre como ninguna sabia contar, y donde ella era la princesa, siempre la princesa, y aparecía su Omar, su adorado Omar.
Omar, hermoso nombre hilvanado con las mismas letras de Amor, cuanto amaba ese nombre, no sabia porque, ella de niña lo había elegido, y aunque el elegido en el cuento se llamara de otra manera, para ella era Omar.
Su sueño, su fantasía, era encontrar a Omar, su alma sabía que existía, por eso desde su adolescencia cuando comprendió lo importante del amor, se prometió ser solo de él, de su Omar, presentía que en esta vida lo encontraría, y hoy con sus 30 años, aun conservaba la virginidad de su cuerpo, de su boca y del amor que jamás había entregado a nadie.
Soraya, era el nombre que su memoria arrastraba, Soraya, un nombre que no la había abandonado por los siglos de los siglos, un nombre que era parte de su esencia, ella lo sabía, su alma, su corazón, su memoria ancestral lo sabía.
Soraya entrecerró sus ojos, y volvió a recordar sus sueños, un oasis, las palmeras, su Omar recostado mirándola embelesado mientras ella bailaba y cantaba solo para el, ella recostada en su pecho, recitando, ella en sus brazos, con sus miradas tildadas, mientras degustaba los besos de miel de su amado, ella, enredada en sus fuertes brazos, ella en sus aposentos, donde el la visitaba amparado por las sombras de la noche, donde el silencio se rompía solo por el susurro de su voz de alondra diciendo te amo, soy tuya, nada...nadie podrá arrancarte de mi, mi alma te ha sido entregada, y por los siglos de los siglos tuya será, y por siempre así será, juramento que nada pudo romper.
De pronto el sueño negro, ese sueño, el que tanto la conmocionaba, arrancó una lágrima negra que rodó por sus mejillas, el peor de los sueños que la asaltaban despertándola abruptamente, aquel cuando la arrancaron de los brazos de Omar, y a el lo castigaron de la peor manera, sesgándole su lengua, azotándolo, quitándole su hombría¡ Dios...Dios ¡ horrenda imagen que la persiguió en cada una de sus vidas, pero esta sería diferente, en esta deberían encontrarse, cuando, como, no lo sabía.
Hoy era un día diferente, un día en que no sabía que le sucedía, una sensación extraña recorría su cuerpo, como una corriente extraña la conmovía, algo que la acercaba a alguien, pero a quien, permanecía allí inmóvil, el café totalmente frío, la mirada lejana, soñando, o reviviendo sus sueños, ella en brazos de un ser imaginario, ella en sus brazos sumisa, entregada, al sabor de miel de esos besos, a su lengua alada que la recorría, despeñándose por su cuello, por las curvas de sus hombros, entrecerraba sus ojos, y casi lo sentía, siguiendo su húmedo itinerario por sus pechos que se abrían como nardos a su paso deteniéndose en sus corolas, prosiguiendo su camino haciendo un alto en su ombligo, en la mitad del camino que la llevaría a la gloria del éxtasis cuando se detuviera en su propio oasis, donde ella sabia que Omar exaltaría sus habilidades de amante, nunca nadie por los siglos de los siglos podría borrar esos momentos en los cuales había logrado llegar al cielo, a la gloria del placer de su mano, solo de su mano, si de solo pensarlo, se erizaba su cuerpo, se endurecían sus senos, y la adrenalina recorría su cuerpo virgen.
Un hombre no muy alto, moreno, de brillantes ojos, detuvo su auto frente al café, entro y se sentó a pocas mesas de la que ocupaba Soraya, no sabía que extraña fuerza lo había hecho detenerse allí, tenía muchos compromisos, y el tiempo no le sobraba, pero un impulso lo detuvo allí, y no pudo negarse, se sentó, prendió un cigarrillo, y espero al camarero, pidió un café, y tomo su celular y llamo a su secretaria para que atrasara sus compromisos, no sabía porque hacía esto, el un hombre de negocios muy responsable, perdiendo el tiempo allí, en un café estúpidamente.
Miro las instalaciones del café, poca gente, le llamo la atención esa mujer, apoyada la barbilla en sus manos, vio su pelo oscuro cayendo como cascada sobre sus hombros, y un perfil que le pareció conocido, ella apenas giro un poco su cabeza, y el vio esos ojos, esos ojos que jamás su alma había olvidado, su corazón parecía saltar de su pecho, su memoria milenaria la recordaba, se quedo mirándola mientras sus recuerdos afloraron, y en el surgieron esos sueños que desde su niñez, lo asaltaban, lo conmocionaban, una hermosa mujer, de ojos oscuros y labios de mora, con aromas de almizcle, con sabor a miel, con voz de alondra, susurrando te amo, una princesa de cuentos de hadas, el era en sus sueños el defensor de la libertad, el guerrero, ella la princesa rescatada, ella era la estrella bajada por
Alá para él, para que iluminara su ruta, pero fue la mujer que le arrancaron de sus brazos, humillándolo frente a ella, quitándole su lengua y su hombría, pero aun retumbaba en sus oídos, “- nadie, nunca por los siglos de los siglos te podrá robar mi alma, esa es tuya, solo tuya.” Eso seguía sonando en sus oídos, lo recordaba, y lo había recordado en cada una de las vidas vividas, nadie había ocupado ese lugar, nadie lo había hecho sentir tan importante como su Soraya, la Soraya de sus sueños, la Soraya que le había regalado su alma y se había llevado la suya.
Se quedó prendado de esa mujer que veía a través de las volutas de humo, estaba paralizado, ni sintió cuando el camarero le dejo el café sobre la mesa, su cuerpo estremecido, sus ojos embelesados miraban a la mujer de sus sueños, y la desvistió en su imaginación para vestirla de sedas transparentes, y cubrirle el rostro , para solo ver esos ojos oscuro, como túneles en donde alguna ves en tiempo inmemorial el se sumergiera hasta llegar a lo mas profundo de su ser, y la sintió enlazada en su cuello, con la boca florecida de besos, y una brisa mentolada saliendo de su boca que lo embriagaba, y recorría su cuello desparramándose por su pecho mientras esos labios cálidos y húmedos se prodigaban en besos por su cuerpo tembloroso de deseo y pasión.
La miraba, como quien ve una obra de arte, como quien ve una imagen santa, como quien ve el fantasma de un pasado que fue feliz, inmensamente feliz. Sentía sus manos rodar por su rostro, su cuerpo temblar, su voz que llegaba desde el fondo de la tierra, desde el mar, desde el mismo cielo, desde la infinitud de los tiempos, desde su memoria milenaria, desde sus sueños recurrentes a través de los siglos.
¿Podría equivocarse?, nunca podría, jamás podría equivocarse, Soraya solo había una, Omar también, y ese era él, el que la había buscado siempre, el que la había esperado por toda la vida, y lo haría por todas las que tuviera que vivir.
Cualquiera puede poseer un cuerpo, pero nadie puede poseer el alma de otro como ellos poseían sus almas, el sabía de la humillación también sufrida por Soraya, sabía que la habían vendido, sabía que otras manos la habían mancillado, sabiendo de que ya no era virgen, pero nada importaba, ella era de el, nadie había podido poseer lo mas puro, lo único que nadie puede robar, ni tocar ni mancillar, el alma, y la de Soraya era de el como su alma era de Soraya.
Casi temblando como un adolescente se levantó, su café ya no existía, se había enfriado, se acerco a la mesa, ella sintió su presencia, y giró su cabeza hacia el, tenía la huella de una lágrima negra en su mejilla, lo miró a los ojos y tembló como lo hacen las hojas cuando saben que van a ser arrancadas del árbol por el otoño, se puso de pie, se miraron como la última vez, su boca susurro Soraya ab duil shalá, y ella casi con un hilo de voz dijo Omar ab duil shalá., la tomo en sus brazos, y sus labios besaron esa lágrima que estaba alli desde que la arrancaron de sus brazos.
Anngiels simplemente mujer.
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