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Inicio / Cuenteros Locales / gui / La rebelión de los fieles amigos (Primera parte)

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Primera Parte

Todo comenzó de una manera extraña. Recién despertaba y algo me pareció inusual. Los potentes ladridos del rotweiller del vecino esta vez parecían un remedo de aquellos acentos inconfundibles ya que sonaban más agudos y con una entonación en la que se intuía cierto temor. Agucé el oído para escuchar mejor y me pareció que el animal debía estar decididamente afónico. Me levanté para encender la TV y me di cuenta de inmediato que ningún canal estaba transmitiendo sus cotidianos programas. –Extraño esto- me dije y opté por colocar la radio. Tampoco ninguna señal. Pensé que podía ser el día de la radio, jornada en que todos los trabajadores de ese medio salen de picnic a cualquier lugar para celebrar el evento. Pero recordé que esto sucede en Septiembre y ahora estábamos en Julio. Ya en la ducha, los ladridos del animal me sonaron aún más patéticos. No, decididamente algo raro estaba sucediendo aquella mañana.

Desayuné a la rápida porque estaba con la hora encimándome y al salir a la calle reparé que nadie deambulaba en ella. Me encaminé al paradero del autobús cuando de pronto escuché una voz decididamente extraña que decía:
-¡Alto ahí!
Al dar vuelta la cabeza, me asaltó un remolino de ideas, pero la que primó sobre todas ellas fue la que me indicaba que debía estar sufriendo una pesadilla. Quien me había gritado era el rotweiller del vecino que me mostraba sus intimidantes colmillos. –Esto es una broma-me dije, tratando de descubrir a alguien oculto desternillándose de la risa. El perro pareció adivinar mi pensamiento, puesto que alzó una de sus patas y se la llevó a su sesera.
–Esto no es broma ni nada. Ahora retrocede lentamente y te introduces en tu casa hasta que yo decida que haremos contigo.
El perro lanzó un estridente silbido dibujándose con ello un curioso rictus en su rostro canino. De inmediato, un ejército de perros apareció desde el portón de otro vecino y se dirigió a mi con disciplinados movimientos. El grupo me escoltó hasta la puerta de mi casa y un quiltro corpulento me dijo:
-Estate adentro hasta que el jefe te mande a llamar.
Observé que el perro me miraba con desconcierto ya que alguna vez yo le había tirado un trozo de pan.
-Este por lo menos tiene cara de deliberar- pensé y me metí a la casa.
Encendí nuevamente la TV y esta vez, en lugar del rostro de los animadores de la mañana, apareció la fiera estampa de un pitbull, secundado por dos mastines que parecían sus edecanes. El fiero animal se dirigía a la nación:
-Comunico a la ciudadanía que este es un movimiento coordinado por todos los colegas perros del mundo entero. Quien les habla tiene la gran misión de dirigir los destinos de esta querida nación y es el deseo de quienes han puesto sobre mis hombros esta importante responsabilidad, que logremos cambiar algunos aspectos que están socavando nuestra integridad. Para ello, he dispuesto que a partir de este momento, todos los hombres sean nuestros más fieles colaboradores, que nos secunden con obsecuencia y vigilen el quehacer de la patria para que en un futuro no tan lejano, esta sea una nación pujante e integrada al gran anillo de las repúblicas.
Yo, perplejo, escuchaba las agringadas declaraciones del pitbull, palabras que este trataba de pronunciar con gran dificultad ya que se notaba el ingente esfuerzo que hacía para modular sin que se le desarmaran las frases y resbalaran de su inmenso hocico. El acento podría definirse como el de un alemán o un sueco hablando castellano. Remecí mi cabeza tratando de despercudirme de esto que imaginaba que era una insólita pesadilla, pero el perro continuaba allí. Marqué el número de teléfono de mi empleo y allí me contestó una voz muy curiosa –Esta empresa está momentáneamente fuera de servicio.
-¿Con quien hablo- pregunté.
-Usted habla con Manchita, la nueva supervisora de esta empresa.
-¿Qué pasa con todos quienes laboramos allí?-volví a preguntar.
-Se están reconsiderando sus cargos. Manténgase informado por favor.
Y cortó dejándome con la ingrata sensación que estábamos a la espera de las decisiones que tomara la perra guardiana de aquella empresa. ¿Qué sería de nosotros? ¿Cuáles serían nuestras obligaciones desde ahora en adelante?


(Continuará)


































Texto agregado el 27-10-2005, y leído por 300 visitantes. (0 votos)


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