Encerrado en lo más oscuro de sus pensamientos comenzó a ver la situación con más claridad. Su cuerpo ya no respondía a los impulsos nerviosos, pero eso no le impedía ver lo que necesitaba.
Despertó y la luz le lastimaba los ojos, su basta experiencia como bebedor le permitió autodiacnósticarse una resaca aguda, su pensamiento se lleno de vómito…
“S.P” (iniciales que aluden al nombre de nuestro protagonista) no era alcohólico sino adicto a todo lo que tuviera un efecto alocado, ya desde muy temprana edad afirmaba- siempre con la misma voz ronca que aun mantiene- “yo voy a probar todo, total tengo una eternidad para arrepentirme señora”, y así se despedía de la catequista a la salida de la iglesia. Esta misma filosofía rigió estrictamente a lo largo de toda su vida, afortunadamente nunca le falto plata, gracias a la caridad de sus padres que le daban mas de lo que necesitaba, pero menos de lo que les sobraba. Así logró concurrir a una cantidad de fiestas que resultaría impensada para cualquier cabeza en su sano juicio; probó tantas especies de estimulantes que acobardarían al mismísimo Darwin si hubiera sido farmacéutico y no científico natural.
Y aquí estaba, en una lucha cuerpo a cuerpo con el inodoro- acción completamente asimilada como rutina diaria, y casi la única- intentando arrojar por la borda 30 años de intoxicación con un solo esfuerzo, aunque algo le decía que aquello era clínicamente imposible. Al fin logró resurgir cual “ave fénix” de entre la inmundicia rechazada por su organismo, se puso vertical y decidió largar un nuevo día.
A pesar de la repugnancia del hecho narrado en el párrafo anterior, cabe aclarar que la propensión al cambio de vida en su cabeza era nula. El sol resplandecía abarcando todos los rincones del campo visual de S.P, que caminando sin apuro se acercaba al Porsch que le regaló el padre para su cumpleaños. Ya en viaje, por una ruta entre montañas que regalaba una vista imposible de describir por este medio, encendió un “cigarrillo”, en ese instante retornó a su mente el pensamiento que emergió en medio del paroxismo psicológico la noche anterior; la intensidad que abarcó su entendimiento se objetivó en una sensación física, nuevamente comenzó a ver la situación con mas claridad, pero él ya no era él… , la disputa existencial interna entre diversas personalidades ya tenia un claro ganador… y ya no era él … la macabra sensación de estar preso en su propio cuerpo lo desesperaba… y ya no era él …
Mi condición de narrador omnisciente se remite a solo una parte de la conciencia dual del sujeto S.P, en consecuencia a partir de aquí me remitiré a relatar solo la sucesión de los hechos tal como acontecieron (tal vez parezca muy rígido pero los hechos lo ameritan). La historia que describiré a continuación es de una crueldad inimaginable, de todos modos la posibilidad de cortar la lectura esta siempre al alcance del lector.
S:P se dirige a casa de sus padres, al abrir la puerta encuentra a su padre sentado en el sillón, con una lata de cerveza en una mano y el control de la TV en la otra. Su aspecto de desprecio a la vida mezclado con una mirada de principio de borrachera, le daba un aspecto que a cualquier persona en sus cabales le hubiera recordado a Homero J. Simpsons. Se escucha una voz femenina que proviene de la cocina, la madre asoma por el hueco de la puerta y sus ojos descubren a S:P parado en la entrada, _Hijo, que sorpresa !!. El padre mira hacia la cocina y luego en dirección a la puerta de entrada, pero no emite sonido. S:P (o quién sea que esté allí dentro) mostraba una expresión rígida, los brazos inmóviles al lado del cuerpo, la mirada fija en el padre y una semi sonrisa que dejaba al descubierto las arrugas de su cara.
_Hijo, me estás escuchando?, Qué te pasa?. La madre cambia su aspecto de sorpresa a uno más serio y de preocupación.
El padre sigue mirando sin omitir palabra alguna. S.P comienza a moverse en dirección al sillón, el padre retrocede sin pararse, el miedo se puede ver en sus ojos, su expresión es de asombro ante una situación que le resulta inverosímil, como un sueño del cuál se está por despertar antes de que algo que no puede concebir le suceda. La madre termina de salir de la cocina y se queda inmóvil, mirando fijo a su hijo, el cual ya se encuentra a pocos pasos del sillón y sigue avanzando. La sonrisa de S.P ahora ocupa toda la cara, el gesto que resulta torna irreconocible el rostro, cambian sus facciones, realmente parece otra persona. Da un paso mas, en ese instante su padre se intenta levantar, antes de terminar el recorrido que le iba a permitir incorporarse, recibe un golpe de puño que impacta entre la mejilla y el ojo, la madre grita desde la entrada de la cocina, pero ninguno de los dos hombres desvía su mirada. El padre se desploma contra el sillón de manera tan violenta que el mueble da una vuelta sobre su respaldo, dejando al individuo en el suelo y al sillón sobre su espalda.
La madre logra salir de su inmovilidad y se acerca rápidamente a su hijo, S.P sin mirarla la empuja arrojándola sobre la TV, la señora golpea la cabeza contra la mesa ratona y termina el recorrido en el piso, sin conocimiento. En ese instante el padre sale de abajo del sillón y le grita _ Animal!, estás loco pelotudo!; S.P (que nunca saco la vista de su padre) empuja el sillón y quedan frente a frente. A pesar de los gritos que acababa de emitir, el miedo no lo deja mentir, el gesto de pánico se apodera de la cara del viejo, las lágrimas comienzan a brotar, sus ojos piden compasión. La primer patada produce un chorro de sangre que llega hasta la pared opuesta a la TV, ya cuando esta tirado le propina un segundo golpe con el pie que le saca dos dientes, y el sonido que se produce por la rotura de la nariz, se escucha al mismo tiempo que el último gemido que producirá el viejo.
S.P sale de la casa con paso firme, va hacia el baúl del Porsch y saca un bidón con nafta, regresa a la casa y rocía a su padre, que al sentir el impacto del chorro en la cabeza abre los ojos, le pega con en talón en la parte posterior del cráneo, el charco de sangre aumenta considerablemente. Termina de vaciar el bidón y se dirige hacia su madre, que se encuentra inconciente a unos 4mts, la agarra de las axilas y la arrastra en dirección a la puerta de entrada, pero logra dar unos pocos pasos y sus fuerzas no lo permiten continuar con el plan. La vieja cae con la cabeza sobre una rodilla de su esposo, rebota y queda de espaldas en el suelo, la cara es irreconocible por la gran cantidad de sangre que se esparce hasta su cuello. S.P saca un encendedor bañado en oro -era un regalo de su padre- y lo destapa, camina por encima de los dos individuos y se dirige hacia la puerta; su aspecto ya no es el mismo que hace unos instantes, camina tambaleando de un lado a otro como si estuviese borracho, su mirada ya no es implacable, se le entrecierran los ojos. Ya en la puerta, enciende el encendedor y lo arroja hacia los cuerpos tendidos en la sala, se produce una llama que llega hasta el techo de la casa, S.P da media vuelta y se dirige hacia el auto.
Una hora más tarde se encuentra de nuevo en su casa, al ingresar va directo ala heladera, la abre y comienza a comer de forma exagerada y sucia todo lo que encuentra. Pasan unos minutos y se dirige a su habitación, se tira en la cama y cierra los ojos… ya no tendrá más ese sueño.
Epílogo:
“La mente humana tiene cierta complejidad, pero concebir a un ser humano sin pronosticar su ruina es imposible”. S.P lo sabía, siempre lo dijo proponiendo una actitud superadora al exponer su idea. Su forma de vida se enfrentó a una moralidad colectiva contra la que poco pudo hacer, casi nada; su suerte estaba acompañada del destino, es la paradoja más convincente, y es la que mas se repite. El destino no existe?, uno construye su futuro?, el destino de algunos seres humanos es muy predecible… la vida material determina la conciencia… quien puede decir que no? .
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