La Plata, 16 de Octubre de 2005
A quien lea.
Hoy viví más o menos de cerca un hecho (o un conjunto de) que supongo recordaré por un largo tiempo.
La cosa es así: en la localidad bonaerense de Magdalena un grupo de presos se amotinó. Prendieron fuego colchones, y por el fuego y el humo murieron 32. 5 heridos cierran la cuenta. En realidad fue una desgracia con suerte.
Me fui enterando de los hechos muy de a poco, de una manera muy fragmentada, y tuve que reconstruir la historia. Cuando me desperté escuché en la radio que 17 muertos. Recordé en seguida la progresión informativa de la noche del 30 de diciembre de 2004, noche en que ciento y pico de jóvenes murieron en un recital, cerrándose la cuenta en los días siguientes en el número 142. Recordé cómo la cuenta había empezado en 3 muertos y 5 heridos a la una de la mañana. Y sí, lo admito: no pude dejar de imaginarme un nuevo Cromañón. Supuse que si la radio me hablaba de 17 muertos a las 9 de la mañana, muchos más vendrían después. Otro horror; otro Cromañón.
Pero la radio dejó ese tema de lado, y los entredichos entre los candidatos a ocupar diversos cargos legislativos en la elecciones de la semana que viene coparon el aire. No encontré más información en la radio, así que busqué qué me decían los diarios, actualizados a cada momento gracias a internet. “22 muertos, 12 heridos. El intendente de Magdalena desmiente que se trate de un motín. Situación controlada.” Pero tuve que bucear mucho para encontrar esta noticia. La televisión de aire no aportaba.
Pero mi mamá es psicóloga y trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos, y tuvo que ir al motín. Algún interés tenia yo. Ah, porque no les dije, pero hoy es el Día de la Madre. En fin, como no aparecía noticia alguna en ningún medio, supuse que no sería verdad lo de tanto muerto, y me desentendí. A las tres de la tarde mi mamá me llamó para comentarme cómo iba todo, pero los celulares son una porquería, y mucho no hablamos. Vi en la casa de una amiga que 32 muertos y 12 heridos. ¿Se imaginan eso? ¡32 personas muertas! Sólo era raro que apenas un minuto de noticia, y luego a otros temas. Porque... con lo de Cromañón estuvieron días y días. Sí, reconozco que en diciembre eran más. Pero... 32 muertos, calcinados, ahogados.
Pero como los medios no le dedicaban mucho espacio, me fui al teatro. Orestes mató a su madre vengando a su padre por ella asesinado. Un día de la madre con Clitemnestra tan muerta... irónico, ¿no? No. Y cuando salí del teatro fui a buscar a mi mamá a la oficina para compartir el taxi de vuelta. No los voy a aburrir con detalles que a nadie le interesan. Los hechos son estos: llegué, ella atendía a la familia de uno de los muertos. Lágrimas. Otra familia. Lágrimas. Dos médicos y un enfermero, café de por medio, por si alguno de los familiares. Psicólogos, abogados, choferes. Ir a Magdalena, buscar a las familias, llevarlas a la oficina, tranquilizarlas, llevarlas a reconocer a sus muertos a la morgue del cementerio. Hasta la una de la mañana. Y yo charlando con los médicos y el enfermero y los psicólogos y los choferes y los abogados y los: y claro, ahí entendí todo. Ahí entendí que había sido una desgracia con suerte. Entendí por qué los medios ni siquiera consideraron el asunto, a diferencia de cuando Cromañón. Murieron 32 presos, sí, pero no hubo que lamentar víctimas: sólo murieron 32 presos. ¿Es una pérdida para lo sociedad? Claro que no; casi un alivio. Claro, las cámaras siempre nos mostrarán a los padres de nuestro futuro llorando a sus hijos muertos, pero las banderas no serán a media asta si no ha habido una pérdida. De duelo estaremos cuando muera Gente, Gente de bien, Gente como uno; pero de los 32, por suerte, no tuvimos que lamentar bajas.
Claro, claro. Yo tuve que ver el desagradable desfile de padres llorando, de embarazadas, de hermanos. Yo tuve que escuchar cosas como “el penal 28 era de buena conducta”, o “mi hermano salía ahora en diciembre. Un mes le quedaba nomás”, o “a esos dos hermanos los trasladaron al 28 hace dos semanas”, o “mi hijo terminó la secundaria; estaba estudiando porque quería salir y servir”, o a un padre decir “yo lo convencí de que se entregara. Yo lo llevé en el auto, yo lo convencí y lo acompañé a la comisaría. Cuando llegue a mi casa me voy a pegar un tiro”, o “estoy embarazada de dos meses, y él todavía no lo sabía. Se lo iba a decir hoy, que era día de visitas”. No había cámaras registrando eso, y creo que está bien: eran feos, más de uno tenía menos dientes de los que corresponde para pedirle la renuncia al tiranuelo de turno, eran o muy gordos o muy flacos. Pero lo peor que tenían eran sus muertos: presos, mugre. Nuestra sociedad no debe lamentar muertos malos. Lloraremos sólo cuando mueran “nuestros chicos de Cromañón”, lloraremos cuando un perro de tres patas cruce una calle, lloraremos cuando se caigan las torres gemelas.
Como ven, hoy viví de cerca un hecho (o una serie de) que supongo recordaré por algún tiempo. Una desgracia con suerte, por suerte...
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