Ahogado vivo, perdido en el abismo de una cueva profunda, perdido de nadie, perdido de mí mismo. Ya no ahuyento las sombras, ellas son el paisaje. El último rayo de luz se ha ido, lo he apagado. Minúsculo, impreciso, un rayo de luz apagándose en el iris de mi ojo…. Se deshizo antes de que yo lo supiera. Era una estrella lejana que había explotado un millón años atrás y yo no lo sabía, pensaba que existía pero era una débil luz fantasmal iluminando mi cara con su fuego viajero, y juro que por momentos parecía calentarme en medio de este frío universo... solo has sido una imagen en roca esculpida por el viento, una forma a lo lejos...

Relumbraba tu imagen en mi mente, difusa a veces; primero existía, después aparecía de vez en cuando, luego me parecía verla, y al final, al final mi deseo empezó a engañarme, mi deseo de verte ahí, y mi mente se extravió con el engaño de un espejismo.

¿Acaso eran mis deseos pendientes?, ¿Acaso era mi imaginación buscando en un lugar donde mil años atrás ya no había nada?

Pero el corazón se aferra a las luces que brillan en la noche...

Un día decidí no ver más formas en las nubes ni nombres en la arena, y resolví enterrar mi corazón junto con todos sus recuerdos y nostalgias en algún lugar que jamás volviera a encontrar, para no encontrarte, para no ceder de nuevo.

Caminé con los ojos cerrados por muchas horas, me arrastré por veredas y caminos lodosos, a veces cuesta arriba, a veces cuesta abajo, otras veces cayendo. Choque y me herí una y otra vez contra cosas desconocidas pero nunca abrí los ojos por miedo a dejar en mi memoria la imagen de una señal que me hiciera regresa algún día a tus encuentros.

Me arrastré hasta que no pude avanzar más de cansancio y dolor. Entonces me detuve. Fue cuando supe que era ese el lugar. Escarbé en el barro con las uñas rotas y la mandíbula apretada. Escarbe hasta que los dedos sangraron, escarbé, escarbe...

Estuve dudando muchas horas frente a ese abismo, estuve pensando en todo lo que quedaría enterrado y que ya no lo vería jamás. Dudé y lloré por todos los recuerdo buenos que se iban... y también por los malos.

Con los ojos aún cerrados arrojé mi corazón, o tal vez arrojé lo que quedaba de él, hasta escuchar como golpeaba el fondo. A tientas, busque y borré lo que sentía eran las huellas del regreso y me extravié deliberadamente en un esfuerzo por confundirme y olvidar ese lugar…tu lugar...

Ahora no sé en dónde está, no sé dónde ha quedado, no puedo regresar a él porque lo escondí en un momento de ceguera intencional, solo queda ese inmenso bosque por donde todos transitamos, a veces siento que me hace falta pero después me viene la calma y me alegro de no haber dejado un rastro que me lleve de regreso a su encuentro.