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Era un día más en mi vida acompañado por mis dos inseparables amigos: la soledad y la tristeza, ellos me abrazaban mientras cruzaba el patio de la universidad y susurraban en mi oído el porque de su presencia. Mi cabeza estaba a punto de explotar pero ya había tomado una decisión, tenía que salir adelante, así que arrastraba a mis amigos como si estuviéramos saliendo de alguna fiesta de año nuevo. En ese momento escuche el sonido de un pito que ayudo a quebrar el rompecabezas imposible que se generaba en mi cerebro, me di cuenta del lugar en donde estaba, fue como un despertar, sentí como el frío tocaba mi piel y la oscuridad comenzaba a llenar el pequeño patio que cruzaba, mire el reloj solo por instinto porque no tenía un horario que seguir ni nada que hacer. Un suspiro me sirvió como un palmazo en la espalda para recordar a mis dos grandes amigos, así que gire sobre mi hombro para mirarlos, pero algo interrumpió mis ánimos de seguir hundiéndome, era un chico que estudiaba en la misma facultad que yo y me llamaba agitando sus brazos como si fuera un ángel que intentaba volar, rápidamente barrí el resto del patio que no estaba dentro de mi perspectiva visual para cerciorarme que era yo el llamado por el muchacho, cuando por fin acepte que yo era el llamado observe con asombro el constraste que existía entre nosotros, el vestía unos pantalones cortos y una camiseta de futbol de un equipo del cual no soy muy devoto, se encontraba agitado incluso algo eufórico y me pregunto:
- ¿Tu eres de diseño, verdad?, puta brother necesitamos que juegues por nosotros, estoy llamando a todo el mundo pero nadie quiere venir a jugar con este frío de mierda, vamos loco tu la haces.
- Pero no tengo ropa de fulbito, tendría que ir a mi casa, respondí.
- ¿Donde vives?
- Acá cerca, por la Raúl Ferrero.
- Puta won eso esta a un toque, te llevo.
- No te preocupes, yo tengo mi auto, voy y vengo en 10 min.
- Ya brother pero no me falles.
- No, no! Yo voy al coliseo.

Ni siquiera se despidió y emprendió su carrera rumbo el coliseo para avisar que ya estaban completos. Yo contagiado por la euforia del chico decidí salir corriendo para traer mis cosas, pero mis dos pequeños amigos se encargaron de frenar mi entusiasmo, se abrazaron fuertemente de mi cuello y mis piernas, pero ya tenía una decisión, así que muy bien acompañado emprendí mi viaje. Mil cosas cruzaban por mi cabeza, mis dos amigo se encargaban de hacerme recordar la inseguridad que sentía no solo de mi juego sino también de mi persona y uno de ellos apretaba tanto mi cuello que hasta nauseas me dieron.
Ya en mi auto el mundo era diferente, me encantaba mi auto, lo había arreglado mucho y no era la única persona que pensaba que tenía un auto magnífico. Tan rápido como de costumbre llegue a mi casa, recuerdo no apagar el motor y dejar la puerta de la cochera abierta, me sentía como un niño que solo tiene unos minutos más para arreglar el desorden antes que su mamá cruce la puerta. Vi a mi madre, sorprendida de mi actitud, ya que no me veía moverme tan rápido en mucho tiempo, una sonrisa embelleció aún más su rostro y cuando estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta apareció con una botella de Gatorade y me dijo: “Te cuidas hijito”. Salí tan rápido como entre, al subir al auto recordé que mi mamá estaba en la casa así que salí despacio de la cochera, maneje decentemente las 2 primeras cuadras y cuando estaba a punto de pisar a fondo el acelerador, mire mi retrovisor, ¿que creen?, mis dos amigos seguían en la parte de atrás del auto, nuevamente la rueda de preguntas de estos señores reboloteaba mi cabeza, no sabía porque me habían llamado para jugar si nunca me habían visto hacerlo, pensé voy a tapar todo el partido, y luego escuchaba a la gente en el coliseo hablando: “Dónde esta ese wuevon que llamaste”, “ya nos cago”, “¿y ahora?”, “puta brother porqué no le pediste su cel”. Las nauseas regresaron pero estaba decidido a no parar. Llegue en más de 10 minutos, entre corriendo, como se imaginaran no solo, crucé el mismo patio de costumbre y entre al coliseo. La luces prendidas, gente sentada en las gradas y un suspiro de alivio por parte del chico que me había convocado.
- Bien, bien, huevon, pensamos que no venías, empezamos después de este partido.
- ¿Cuánto falta?, pregunte.
- Ya, ya, en un toque termina, ponte este chaleco, ¿de que juegas?
- De defensa, a la izquierda.
- Bien carajo, al fin un defensa, acá todos se creen delanteros y nadie hace un fuckin gol.
- Oe, pero yo no soy muy bueno, agregue.
- No importa brother, si te viene la bola la pateas con todo.

Algo nervioso empecé a calentar solo en un costado, mientras que el resto de mi equipo tocaba una pelota haciendo una serie de piruetas y riéndose entre ellos.
- Puta madre!!, grito uno de ellos, ¿no que ese huevon no iba a jugar?.
- No sé, no sé, todos hablaban al mismo tiempo y tan preocupados que sentí que conversaban con mis dos amigos.

Algo asustado y más que todo sorprendido le pregunte a una chica que había ido para alentar a mi equipo:
- ¿Que pasa?
- No nada, es que acaba de llegar un pata del otro equipo y juega por la selección, así que la tienen difícil. Y cerró su estrofa, preguntándome mi nombre.
- Le respondí levantando la voz ya que justo el ensordecedor pitito retumbaba las paredes del coliseo.

Apenas mis oídos se empezaban a reponer, mis compañeros se lanzaron a la cancha como si estuviéramos en pleno terremoto, contagiado por el entusiasmo corrí con ellos, disfrute de unos pases, unos cuantos tiros al arco probando al arquero y cuando estábamos a punto de empezar, me di cuenta que éramos siete en la cancha y solo tenían que jugar cinco, eran mis dos grandes amigos, converse con ellos un rato y les pedí que se fueran a dar una vuelta un rato pero no cedieron, por suerte uno de ellos más comprensible que el otro, lo convenció de esperarme sentado en la tribuna al igual que el resto de hinchas.

Feliz y emocionado por mi libertad momentánea, me entregue al partido, la bola venía y yo la trataba con cariño, ese día mis pies y mi cerebro eran uno solo. Llego el medio tiempo y las felicitaciones llovían pero a chorros, emocionado y alagado a la vez miraba como mis dos grandes amigos se sentaban cada vez más lejos del lugar donde se concentraban nuestros hinchas. Es en ese momento que la chica que era la única que sabía mi nombre, lo grito en voz al cuello para callar al resto de personas, todos quedaron sorprendidos ya que no sabían a quien llamaba élla. Inmediatamente levante la mirada ya que estaba sentada un par de gradas arriba y la vi agitando una botella con agua. Yo tenía mi gatorade pero subí apurado para aceptar un poquito de vida liquida, me felicito e inmediatamente apoyo sus manos sobre sus rodillas para hablar con un chico que estaba sentado más abajo, este movimiento se convirtió en casi un contorsionismo ya que el chico solo susurraba. Mientras sus labios se movían tratando de entenderse el uno al otro, el rabillo de mi ojo hacía lo mismo pero entre mi cornia y la apertura en la parte inferior de su espalda, usaba unos hilos rosados porque eso eran, hilos. El morbo en mi cabeza comenzó alucinar más allá de lo vidente como diría Leono. En ese momento recordé que estaba en un pedestal y todos podían verme, así que volteé muy lentamente para no llamar la atención y dirigí mi cohibida mirada al otro lado de la banca. Es precisamente ahí que recordé al ángel que me llamaba en el patio, me sentía asombrado, anonadado, era una razón por la cual seguir adelante, les juro que yo solo fui a jugar pelota, nunca pensé en alegrar tanto mi corazón, hasta hoy lo recuerdo, estaba sentada abrazando sus piernas, llevaba unas zapatillas deportivas, un jean celeste y un chalequito amarillo. Era una niñita hermosa, era un poco extraña pero tenía algo en su interior que la hacía irradiar ternura, mis ojos no querían dejar de contemplarla pero el segundo tiempo estaba a punto de empezar, así que mi cerebro comenzó a bocetear su imagen, fue la primera vez en todo el día que el apestoso pitito fue asimilado como si fuera el hermoso sonido del mar.
Luego de eso volví a mi partido y trate de esforzarme aún más para tratar que esta linda niñita cerigrafeé mi imagen en sus ojos, pero ahora me entero que esto nunca paso. Después de 45 minutos de esfuerzo absoluto termino el partido, las felicitaciones cayeron una vez más de las nubes y una neblina de gente envolvió mi entorno. Cuando al fin pude prender mis neblineros élla no estaba, había desaparecido al igual que mis dos amigos, trate de buscarla fuera del coliseo pero la fortuna no estuvo conmigo, así que resignado pero a la vez muy contento emprendí el regreso a mi casa donde sabía me esperaban mis dos grandes amigos, pero ya tenía para ellos una sorpresa, algo que susurrarles yo también para cuando decidan molestar.

Yo no creo en el amor a primera vista, ni soy muy devoto de la iglesia, pero desde ese día creo en los ángeles y no pienso en que ellos andan vagando por ahí, sino que todos somos ángeles, solo tenemos que buscar para que personas en verdad lo somos y cuando encontremos a esas personas debemos de darle todo nuestro amor porque no solo nosotros los vamos ayudar a ellos sino ellos a nosotros también.

Texto agregado el 27-10-2005, y leído por 125 visitantes. (0 votos)


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