Perfil: La curva línea gira poco más allá de los ojos, cruza unas gotas y entonces el cerrojo, pero no es así. Tumba y frena y se disgusta, late late tremenda y persuadida, sabiendo que debe dormir un poco más torcida, un poco más y en las olas, quizá en la espuma... Es así, que suelta la mañana, compleja mixtura de aromas que se despojan del sueño, del fucsia, del marfil, del ébano, de las chinas inglesas, de sus muslos y se inclinan entonces sobre la lluvia fría del agua que te despierta de miércoles en agosto, resfriado y eterno.

Circular: Lo capicúa de una cifra, es mucho más que una característica numerológica de esta, sino que pretende darle esa posición en la vida, que jamás alcanzaría una simplona decena binaria. Se cuelga capicúa sobre el cuello perfecto y estético de la mujer que dejará de ser mujer entre horas circulares. No tambalea y no alucina. No golpea la puerta, y él existe. Y se miran. Y no se miran. Las paredes son papel, y la voz del antiguo novio que quiso hacerle el amor, pero que sólo pudo robarle un beso (labios frescos y esponjosos), pero entristece. Se arremolina sobre sus piernas y no está desnuda como cuando se baña en la tina de sus padres. Será porque el rostro de él no es perenne. Será porque diez veces enciende la luz y la apaga, y los días son dispersos, y mañana es ayer, y mañana...

Dilatada: Las vidas dilatadas se golpean cada vez que intentan mear de pie cuando están mareadas. Las vidas dilatadas aman el olor mojado del pisco dentro de sus gargantas, y estereotipan los espejos de cualquier sala. No deberían pero lo hacen. Y se rascan un poco la calva, la frente, el culo, y se cagan de risa tres veces al día con una anécdota secular. Ya no debería ser así. Apenas ahuyentan a los ángeles que insisten en dejarlos parados frente al dodge amarillo que evita tocar el claxon para no perturbarles (llamarles), y entonces los ángeles choferes dejan parte del neumático en la última esquina, y empiezan a girar el timón a la derecha, a la derecha, a la derecha, y cien años después se perpetúan en vidas dilatadas...

Degondrias y Esteban:
Degondrias y Esteban nacieron un día detrás de las últimas imágenes que dejaba el sol de un verano. Eran pequeños y recios, de otra época, y capaces de eternizarse en el recuerdo y en poco menos de una veintena de letras. Cuando me dejo caer sin peso sobre las sábanas, pienso en ellos. En lugares hermosos y coloreados, con vida en el agua, y en sus trotes que se repiten cada noche. Degondrias mamut. De padre Gaffra, de rostro suelto, de caída repetida y de ángel alerta... Se alza en su cuerpo imitando al día y se deja caer riendo por las alfombras verdes... Esteban ñandú. Un poco más lejos. Yo cenando y con mi merlot, y a lo lejos se percata su presencia, algo lejos pero siempre. Es la estrella que hace que el mundo sea pequeño y todo nuestro, todo nuestro...

El avión: Aún así no despegue el avión hace más de quince años, aún así sea un trimotor sexagenario derribado por alguna guerra absurda, aun así no seas el piloto sino un burdo polizonte que intenta dejar atrás el pasado y el futuro... Aún así, tener sexo en el baño de un avión, es tener sexo en el baño de un avión. Enjuto y rectangular. Cubo mágico. Muslos firmes, y blusa apenas desabotonada (dos de tres botones), la falda casi no levantada. El jadeo incesante y casi frustrante, pero es precioso. Erótico en tus ojos. Erótico en tus manos y sus dedos, con los ojos en lo poco de sostén que ya se empieza a ver, y definitivamente empotrada ella sobre el lavamanos, que utilizarás unos segundos después. De empujarse y estrecharse, y voltearla, y empujarse, y golpearse porque el avioncito arranca, y jadea lo necesario para excitarte un poquitito más... Y hay una vieja que te interrumpe cuando ya no hay más lejos que eso, pero fue delicioso, aunque no recuerdas el nombre de ella, ni su rostro, pero sí, el de la gorda señora del cinco ce, de nombre Jimena y apellido Pajares, que te está dando el sí frente a sus padres y los tuyos...