No sabe de dónde procede, ni quien le ha dado la vida. Por suerte, su trabajo le permite hacer lo que más le gusta: viajar. Ha recorrido la mayoría de los países del mundo, pero sola. La soledad es su gran compañera de viaje desde que llegó a este mundo, y ya hace de eso bastantes años. Pero a pesar de enfrentarse sola a la vida no ha tenido grandes dificultades, simplemente se ha dedicado a vivir, sin preocupaciones. Sigue su camino día a día, paso a paso, centímetro a centímetro, sin mirar a atrás. Aunque no siempre todo ha sido de color de rosa.
Hay momentos en que todo se le hace cuesta arriba, al igual que hay momentos en que vive a trompicones, desapareciendo un tiempo y volviendo luego a intentar avanzar una y otra vez hasta que todo vuelve a ser como antes, y a caminar de nuevo, sin rumbo, con la mirada al frente.
Pero a pesar de su soledad hay momentos en que siente algo así como una presencia a su lado que le sigue de cerca, que la acompaña sin saberlo; es como si alguien se enfrentara a los mismos problemas que ella tiene, a veces a la vez que ella y otras no. Siente como si simultáneamente otro estuviera viviendo su misma vida. Es algo raro, porque ella sabe que esa compañía seguro que no sabe de su existencia, al igual que ella tampoco puede demostrar que este sentimiento se base en una realidad. Algunos dirán que esta loca, pero aunque no lo vea ella sabe que hay alguien ahí. Su alma siente que hay una especie de vida paralela a la suya. Y no está loca, esa vida paralela existe, porque ella es ... la línea de la carretera.
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