HAY DÍAS que llevan su ácido duro y sus gramos fatales,
días entre rosas dulces y el desentierro,
que hacen revolcar palomas, golpear
entre hombres, y abren
el olor de las flores prohibidas en la tierra
que hiede a hueso de pájaros en lejanas cenizas.
Días que la tierra es más amarga llena de párpados secos,
y aún más su río de raices y manzanas muertas,
que por debajo corroe y destruye,
hay un olfato que corre por el polvo,
entre ojos rotos, turquesas cernidas y frutos podridos
en los cajones del tiempo,
y una oreja aullando, corredor arriba, desembocadamente,
como un corazón herido dando tumbos por la tierra,
y quiero despertar en una carne callada,
con la boca sin espantos llenos de amapolas
muríendose, o una campana eternamente
en la sal deshauciada,
quiero unas manos con uñas sin ciencia,
con tacto puro, que toque lo perdido, y
entrar, tocar calaveras con leche, y pechos
con amapolas mojadas y salir de pronto.
Y hay días, seriamente acumulados de alas y
féretros, días hechos de golpes, de
espigas muertas y de peces minerales, días
que el deseo crece por el aire del otoño entreabierto
como una calavera devastada que aún
quiere morder fugitivos duraznos...
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