Suele pasearse por las empolvadas calles del pueblo, su barba hirsuta recorre con sus mugrosos dedos para alisar el bello facial. Exhala humo a cada respiración. Acomoda el viejo gabán y saca un cigarro que en alguna tienda del lugar le regalaron. Se acerca a observar a las personas que suelen acudir diariamente a ver la gente que aborda los taxis cerca del os puestos en Tavera.Un suspiro escapa de su pecho y le brotan unas lágrimas . Cierra sus ojos e imagina que está en una bella mansión y que le sirven un suculento platillo, se lame los bigotes ¡ Pobre Manuel! Son puras ilusiones y sueñosDe pronto un niño se acerca a él y le tira una pedrada. El desconocido, no se inmuta, está impuesto a los desprecios de la gente. Él sabe que así es la sociedad, no te da nunca un pan, pero si te rechaza y te recrimina, aunque no les hagas daño. El objeto a dado en la cabeza del viejo y debajo de su sombrero se ve un hilito color rojo corriendo hacia sus mejillas. Las personas que observaron el incidente no dicen nada, se concretan únicamente en burlarse, piensan ¡ Qué importa, si sólo es un pordiosero! El desconocido se retira limpiándose con el viejo paño del mismo color de su sangre, voltea y mira a todos e implora a Dios que los perdonen. Nadie le hace caso.Al llegar al crucero que da para “Puruarán”, se abrocha bien las viejas botas y se dirige con ese rumbo, pronto caerá la noche si no se apresura no llegará a la vieja cabaña abandonada y ya empieza a calar fuerte el frío. Su desgastado gabán parece pedir auxilio por cada uno de sus agujeros. Se pierde su silueta en la lejanía cubierta por espesa neblina.Al pasar unos días, las señoras que acuden al molino comentan en silencio algunas cosas que no se alcanzan a entender. Hasta que la más comunicativa del barrio dice: _ A muerto el desconocido, lo encontraron tapado con unas piedras afuera del jacal en donde habitaba_ Otra de ellas comenta:_ Que bueno pues sólo causa lástima y miedo, es mejor que halla muerto, nadie lo quería aquí en el pueblo.