En algo más que un día sencillo comencé la tarea de encontrar lo que podría dejar de recordar, y desde entonces cada vez me sé mas joven ante tanta capacidad de olvido. Nada nuevo bajo el Sol y ningún hilo negro que valga la pena, las ventanas firmes dejan comprender la ironía del abandono y la polilla que se encarama en los huesos del que no ama. Amanecer tantos días en la misma cama y en tantas diferentes por temporada, no se cuestiona lo que uno hace cada día para llenar la jornada, no se agenda tampoco eso del ocio ni las ganas.
Al que ama también se le quiebran los huesos y la fe y los platos, no es relato de súper héroes, ni de damiselas abandonadas, tranquilo pues, que aquí no pasa nada. Entonces hay que abrir las cajoneras para buscar no sé que cosas que al parecer desde hace tiempo sobran, y queda estrictamente prohibido olvidar revisar debajo de la cama. Que no quede ningún rincón cómplice de miedos ni colores que opaquen la intención en las miradas, tener listas suficientes cajas para meter allí todo esto y más, los zapatos que llevaba puestos aquel día y la cosa esa que jamás salió de ahí.
Me gusta cuando te equivocas y preguntas qué es lo que ha pasado, me gusta todo lo que hacemos para que el otro se crea la historia que no dice nada. Y el dulce de tu té por mis mañanas, que algunas veces más que otras no son las mismas en espacio o tiempo, pero simbolizan mucho más que algunos de los triques que se irán en la caja número tres. Si admitiera que esta cuestión depuradora es obsesiva no me sentiría tan aliviada; mejor insisto en que el minimalismo se apodera de mi mente una y otra vez hasta traspasar las barreras materiales de la hermosa litografía que tanto adoraba. La caja dos va por tamaños, la cuatro por colores, y en la uno hay jerarquías inexplicables que tendrán un destino incierto al encontrarse encerradas todas juntas y sin hoyitos para respirar durante el camino. Creo que en algo más que un día sencillo me percaté de que algunas veces el espacio abierto también asfixia y no queda más que empaquetar y sellar con fuerza lo que de sobra sé, que no servirá de nada.
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