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El suicida había hecho explotar la bomba que cargaba pegada a su cuerpo, cuando el tren pasaba por la mitad del inmenso puente sobre el río.

El ferrocarril se partió en dos y la locomotora en su inercia arrastró los primeros vagones que no sufrieron daños y los restos del cuarto que chirriaba al ser llevado de lado sobre las vías de acero.

Él venía durmiendo una siesta reparadora luego de un buen almuerzo en el vagón restaurante, y lo despertó el estruendo. Le zumbaban inténsamente los oídos y sintió mojado el cuello y la camisa. Era sangre, estaba herido. Demoró bastante en entender lo que estaba pasando.

Cuando logró aclarar la mente supuso que habían descarrilado, probablemente por un terremoto – había visto varios casos de esos en la televisión – pero todavía estaba mareado. Vio que de lo que había sido su transporte no quedaban mas que algunos hierros retorcidos y humeantes. Hacia delante todo era escobros y hacia atrás, lejos, podía ver dos vagones incendiados. Pensó en un choque, porque ningún descarrilamiento seria capaz de semejante destrozo – en realidad no se enteraría de la verdadera causa hasta varios días después del accidente, en el hospital.- El asunto era que todo estaba destrozado.

Sentía agua correr, e intentó buscar el origen de ese ruido mirando por lo que fue la ventana - porque misteriosamente su litera estaba intacta - y vio las vías del tren. Alli entendió que la posición de los restos de su vagón estaban atravesados sobre un puente y a unos cien metros sobre la correntada fría del río de montaña, que veía muy abajo. El miedo lo despertó rápidamente.

Al intentar pararse, un penetrante dolor en la pierna derecha lo hizo gritar. Al mirarse vio sus huesos saliendo de la piel, tenia una fractura expuesta. Intentó calmarse, consolándose al pensar que podría perfectamente estar muerto. Con gran sufrimiento movilizó la pierna e improvisó una especie de férula con restos de los respaldos y tiras del tapizado.

Le pareció sentir vértigo por un instante y descubrió que todo el pesado vagón se había deslizado unos centímetros hacia el vacío. Se apuró en su intención de salir y allí fue que se encontró frente a la situación que lo llevaría al borde de la locura de por vida.

Por alguna absurda jugada del destino, la joven señora con un niñito de brazos que viajaba a su lado – la había olvidado completamente, solo la recordó al volver a verla – colgaba inanimada de una especie de tira de cuero que había quedado al borde del asiento entreverado con su propio cinto y la correa de la mochila del bebé. Este juego de situaciones hacían que la señora – que se balanceaba dos metros mas abajo – estuviera como con un cordón umbilical unida a su cintura. Del niño no había rastros.

Intentó subirla hasta los restos de la cabina pero no tenia las fuerzas suficientes, el dolor en la pierna era espantoso. Gritó y gritó intentando que alguien lo auxiliara, pero estaban solos. Ella en ningún momento respondió a sus llamados. Quiso cambiar su postura para lograr jalarla con mas fuerza y comenzó a resbalarse hacia el vacío. El peso de la mujer lo estaba arrastrando con ella.

Otra sensación vertiginosa le anunció que faltaba poco para que todos esos hierros retorcidos resbalaran y cayeran a las aguas heladas. ¿Cómo hacer para subir a esa mujer? Estaba desesperado. Volvió a gritar pidiendo ayuda. Nadie respondió. Debía solucionar la situación solo. Pensó: “Calma, tenés que tener calma, ella debe estar muerta – la mujer permanecía inmóvil, como un títere colgando de una sola cuerda – “Si, esta muerta, y me va a llevar con ella si no me apuro” – se dio animo – y con el filo de un pedazo de vidrio de la ventana comenzó a cortar el cordón umbilical que lo unía con la muerte. Le quedaba poco tiempo, era el ultimo recurso posible para él. Cuando la atadura estaba casi cortada vio que la mujer daba señales de estar recuperándose. Automáticamente dejo de cortar, “¡Esta viva, por Dios, esta viva!” dijo en voz alta, y como una catarata siguió su cadena de pensamientos lógicos: “pero el hijo esta muerto y yo estoy vivo y con posibilidades aun...” y con movimientos desesperados terminó de cortar en el mismo momento que ella intentaba mirar hacia arriba.

Alcanzó a verle los ojos, después pudo ver claramente como el cuerpo se achicaba mientras caía los mas de cien metros hacia el río moviendo como una muñeca de cuerda los brazos y las piernas..

Texto agregado el 25-10-2005, y leído por 180 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
04-12-2005 Excelente. Entretenida desde el principio al fin. Muy bien narrada. Felicitaciones y van mis 5* jorval
27-11-2005 Electrizante, por decir lo menos...es un cuento muy bien logrado, y como dijo tu coterráneo Horacio Quiroga, uno de mis favoritos, las tres primeras líneas de tu cuento tienen la misma importancia que las tres últimas. Mis felicitaciones y van mis 5* sugonall
01-11-2005 Espeluznante. Dicen que el hombre es èl y sus circiunstancias. Nadie podrìa afirmar enfàticamente que hubiera hecho en ese momento. Buen relato amigo senen. ***** ollitsak
25-10-2005 Dramático, no me extrana que la situación le llevara a la locura de por vida. Leía y no sé cómo me lo estaba imaginando simplemente_maestro
 
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