Recuerdo, siempre recuerdo. Y es quizás el recuerdo la única forma de sentir la vida que vemos migrar por el horizonte de las ventanas del alma. Sólo trozos de tiempo atesorados en la pupila, marcas tatuadas sin permiso en el centro de la piel. Abismos temporales que hacen brotar girasoles y magnolias en llagas dulces y amargas paridas en la carretera.

La memoria es, sin duda, el elemento que permite, con ardua labor, la alquimia perseguida desde tiempos inmemoriales. La paradoja una vez más. Lo que se busca desde espacios irrecordables, es lo que se cree recordar. Será por lo mismo que jamás se ha conseguido. Después de todo, la memoria siempre ha sido un enemigo del hombre. Quizás el elemento primero y último capaz de llevarlo a la miseria y a la gloria.

Pero al carajo con el hombre. Si ni siquiera puedo esbozarme. Sólo me reconozco en la historia, en lo que recuerdo y en lo que olvido. Por tanto, es el olvido lo que me preocupa. Todos aquellos fenómenos que han quedado al borde de un camino por el cual no volveré a pasar. Sentados y sonrientes, vanagloriándose de la paz que les brinda el mismo olvido. Que será de mi niñez, de aquellos inocentes momentos que ya no puedo traer a la memoria. Que será de los sueños que seguramente algún día tuve… por donde andará la esperanza… ¿Las habrá matado el vino? ¿O sólo son victimas de la resaca eterna que me provocó el impacto estruendoso con la realidad que me regalo malintencionadamente la adolescencia?.

Y hoy me encuentro amando y aferrándome desesperadamente a lo que no recuerdo, con la esperanza del amante abandonado sentado con un cigarro en la mano, la vista fija al teléfono, esperando la llamada de ella que nunca llegará, con la certeza de que ella le piensa, con el dolor indescriptible de lo que se espera y no llega. Hambriento de certezas, sediento de sentir, ansioso de una huella que lleve al Sol. Asesinando la niebla que se cuela por la nariz, maldiciendo al propio cuerpo y sus impulsos rebeldes.

Fumo y pienso.

Y es que quizás simplemente jamás hubo nada. Ni niñez, ni sueños, ni esperanzas. Tal vez jamás fui en el pasado. Sólo me construí la posibilidad de haber tenido todo lo que sueño. Pero no lo tuve. Solo me refugio en el recuerdo del olvido, un espacio que he inventado para sentir que algún día viví… un espacio que algún día volverá y traerá las flores que devoraron los cuervos antes del amanecer de mi alma. La muerte llegó antes que la vida, seguro.