Vuelve la pared,
compacta lápida
sin memoria,
a ser mi sombra,
revoloteando el olvido
mi cabellera cana,
alejándome de dolores profundos,
aliviando los pesares
de mi espíritu en llaga.

Vuelve a mi
el letargo aburrido,
la vida a cosas insulsas y mundanas.
Vuelve a mi
la palabra cómoda y obligada,
el no pensar,
el pensar en nada.
Vuelve a mi
la enorme distancia,
la indiferencia
de vernos todos los días
cara a cara,
a la sonrisa hecha
y la palmada argumentada.
Vuelve a mi
el olor de los muertos
que transitan y andan,
a impregnarme de silencio
desde la solapa
hasta el alma.

Vuelve
el frío mármol
a ser la tapa de mi cama,
cobija de escarcha
y una blanca calavera
mi almohada.

¡Vuelven a mi,
sépanlo,
si mi poeta se calla!