La tortuga Isabelita iba camino a la gran ciudad, contenta e ilusionada de poder ver una maravilla, según le habían contado algunos pájaros que se habían aventurado a acercarse alguna que otra vez. Su viaje no era de placer, unos negocios que tratar le esperaban allá, pero a pesar de ello no podía quitarse de encima ese espiritu de turista ilusionado con su destino. Tardó en cruzar el bosque veinte días, lo que no estaba nada mal, en otra ocasión echó más de treinta y al llegar a límite emprendió con valentía la proeza de atravesar el gran prado, una vasta extensión de frescas hierbas donde pastaban unas monumentales vacas. Esta parte del viaje le llevó la friolera de cuarenta días pero tuvo su recompensa, al final del prado pudo ver allí abajo la gran ciudad.
Bajó con cuidado y comenzó a pasear con precaución, en apenas veinte metros ya había recibido dos pisotones así que anduvo pegándose a las paredes, poco después llegó a su destino. Aprovechó que alguien abría la puerta para pasar y se acercó al mostrador:
- Eh, oiga, perdone, me gustaría hablar con el director.
El oficinista, con la cara desencajada, descolgó el teléfono:
- Don Rafael, aquí hay una tortuga que quiere hablar con usted...
- Jajaja, muy bueno Rodríguez, dígale que pase.
Rodríguez le hizo un gesto a Isabelita y la tortuga encaminó sus pasos al despacho del director:
- Buenos días, ¿se puede?
- Si, si, ejem, pa...Pase, ¿Qué desea?
- Verá usted, señor director, yo había venido para ver si era posible hacer una hipoteca sobre mi casa, que me han dicho que tienen ustedes unos intereses muy bajos.
- Y dígame, ¿cómo es su casa?
- La está viendo, más dura que un cuerno, no tiene goteras, soporta huracanes y además no se hunde, ¿qué me dice?
- Siento decirle que me es imposible darle una solución, según nuetra política solo hipotecamos bienes inmuebles estáticos, es decir que perduren en el tiempo y no puedan ser trasladados, por lo que también se descartan carvanas y casas de madera automontables.
La tortuga Isabelita se medio vuelta y comenzó el camino de regreso al bosque, iba triste, no entendía como no se la habían otorgado cuando meses atrás había visto todas las películas de las Tortugas Ninja y ellas poseían todo tipo de bienes inmuebles y ventajas fiscales, pero claro, ella no sabía kung-fu... |