Fuimos lo que el destino permitió en su momento. Dos botes que en aguas de la vida, vagaban las distancias buscando sin fronteras.
Éramos de los sueños, aquellos personajes principales de una trama que no esperó jamás ser más que eso...sólo un pequeño sueño que escapó a su realidad, queriendo convertirse en algo más.
Aprendimos los textos de memoria, aunque ya los supimos desde siempre. Desde mucho más allá del horizonte que no nos atrevimos a cruzar...
A veces el camino es tan lejano, nos retrasa el dolor, nos quita rapidez en cada paso.
Y en los recodos lentos, cuando los ojos del alma se encuentran finalmente, ya nada es importante. Ni siquiera aquel sueño por cumplir. Tan solo la mirada tocando la mirada.
Entonces, el tiempo se detiene en los latidos sonoros. Aquellos que ocultaron las verdades que gritan, que gimen y que imploran, sabiendo que el refugio, se encuentra solamente en ese sueño.
Nos hemos conocido casi hasta el infinito. No pudimos tocar nuestras manos lejanas, ni en el viento que nunca se permitió correr a nuestro lado.
En tu mano que quise sentir sobre mi piel, brillaba aquel metal. El círculo perfecto de la perfecta vida. Tu promesa pasada que frenó el caminar, cuando tu risa cálida me perfumaba el alma.
Han estado mis dedos tan cerca de tu origen. Casi pude esculpirte de tu aroma y fugarme de nuevo hasta tu sueño.
Pero no me dejó mi corazón que supo...que siempre conoció que no eras para mí. Porque al salir los rayos de aquel sol que vivimos, tu sombra fue dos sombras...la mía sólo una.
Y salté las barreras que no pude sortear hasta el encuentro tuyo. Entonces mi navío surcó por nuevas aguas, alejado de ti...con la proa avanzando hasta el próximo sueño, que sentado me espera sobre la bella luz de una estrella lejana.
Subido al Nuevo Club del Reto 2, prosa, Vidas Paralelas, 25.10.2005 |