Desde afuera hacia adentro
Sentado, perdido,
como un punto blanco cubierto de noche.
Se ha diluido mi frontera,
el oleaje de manos y brazos me ha arrastrado consigo,
cubriéndome la boca.
No sé cuándo ni dónde, pero sí cómo, y duele.
Más allá, pero sin escapar de nuestra tiniebla,
la amistad reciclada en casuales encuentros.
Estallan risas pasajeras en labios de silicona,
el humo de los cigarros serpentea sin orden,
los vasos de café vacíos en las mesas desocupadas.
Al fondo, en medio de la tempestad,
cumpliendo el deber que no tiene,
la vendedora juega con el lápiz entre sus dedos,
buscando escribir un alma en el espacio que falta en el puzzle.
Somos títeres anestesiados,
atrapados en islas que sólo descubren nuestra ceguera
postergando nuestras culpas.
Desde afuera hacia adentro sigue el camino.
Así es como sigo sentado, perdido,
buscando el consuelo de mi propio abrazo,
preguntándome, generalmente pocas veces,
Dónde pasa el tren de regreso.
J.O.O.
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