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Los rayos solares lamían la piel de su rostro, ya completamente chamuscada, hace siete horas que caminaba por aquel sendero que en otras oportunidades le era tan familiar; pero que ahora le resultaba insondable. Algún poder maligno tendría que ser el causante de su confusión.

En la cabaña la sucia bruja Atoj, la tuerta, sacaba al diminuto monigote del cajón. “Ojo por ojo, dientes y entrañas”, repetía sin cesar la hechicera.

Lo puso en la mesa y le dio un golpe rotundo.

“Ojo por ojo, dientes y entrañas”

Él cayó en medio del camino terriblemente adolorido, se arrastraba como un asqueroso gusano intentando reponerse sin resultados.

Con su repugnante lengua verdosa Atoj mojaba unas cintas de colores y luego envolvía con estas al espantajito.

“Ojo por ojo, dientes y entrañas”

Hizo un nuevo intento por levantarse y seguir su rumbo, consiguió arrodillarse y con la ayuda de una gruesa rama se puso de pie a duras penas. Dio dos pasos y de pronto su visión se vio cubierta por una luz blanca y cegadora, seguida de un carnaval psicodélico de colores que desalojaron de su mente todo sentimiento y sensación, dejando sólo un extenso espacio que fue copado por el dolor.

La llama de la vela negra calentó la punta del alfiler al rojo vivo, ella sin más miramientos clavó el ardiente objeto en los ojos.

“Ojo por ojo, dientes y entrañas”

Un enorme pájaro gris le hizo sombra, él continuaba obnubilado; sin percatarse de la extraña presencia. La horrible ave poseída de una furia salvaje cayó en picada sobre sus globos oculares, que aunque cerrados fueron arrancados fácilmente. Lanzó un gemido lastimero que se perdió en el aire. Nadie lo pudo escuchar.

La mano lóbrega, arrugada y de uñas amarillentas cogió unas pequeñas tenazas y la acercó al muñeco de vudú.

“Ojo por ojo, dientes y entrañas”

El tipo se desplomó sobre una roca golpeándose el lado frontal de la cara, los dientes se le salieron de la boca como granos de mazorca, haciendo que las encías ardientes y sanguinolentas, unidas al vacío de su mirada, le provocaran un continuo martirio palpitante. Gritó y lloró.

Cogió un clavo oxidado de punta aserrada y un martillo, le apuntó al estómago y dio un primer martillazo.

“Ojo por ojo, dientes y entrañas”

Aulló como un animal herido, el vientre congestionado le parecía explotar.

Dio otro porrazo más fuerte.

“Ojo por ojo, dientes y entrañas”

Lanzó un chillido desgarrador.

Jugó a darle vueltas al clavo excitada y rabiosa.

“Ojo por ojo, dientes y entrañas”

Ya no hubo gritos, ni ninguna muestra de perturbación, tan sólo un gran silencio.

Soltó a su esposo el chaman “más poderoso” de la aldea, y lo tiró a la basura. Repitió, por última vez, “Ojo por ojo, dientes y entrañas”; mientras dejaba escapar una feroz carcajada.

Texto agregado el 24-10-2005, y leído por 228 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-11-2005 Amo el vudú!! Me hizo acordar la película de la serpiente y el arco iris. Muy bien narrado y un final a toda orquesta ***** Dehumanizer
03-11-2005 Realmente un texto con mucha proifundidad y muy bien escrito literariamente. Esa Ley del Talión "Ojo por Ojo" muy bien reiterada.. Me gustó. Mis ***** estrellas para ti. chilicote
31-10-2005 Me gustan mucho tus ideas y la forma en que las expresas. Este texto, en particular tiene una suerte de ritmo que te va atrapando y llevando, muy bueno... Iwan-al-Tarsh
 
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