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Inicio / Cuenteros Locales / mi_mundo_paralelo_y_yo / Creyendo en circos imposibles

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Todo comenzó casi sin darme cuenta, de la noche a la mañana me creció un circo de pulgas y ante la demanda de éstas no me quedó otra que hacerme cargo de él; desde entonces fui entrenadora, domadora, administrativa y muchas cosas más.

El circo había aparecido en mi cuarto; una mañana, después de apagar el despertador por 4ª vez y con algo de mal genio, eché las sábanas bruscamente a un lado y de refilón pude ver una carpa, bueno, una carpita de rayas rojas y azules sobre mi escritorio, junto al ordenador. Me acerqué pensando que la salida nocturna del día anterior no me había sentado bien y parpadeé varias veces atónita. Al minuto, frente a mi nariz apareció una pulga que, con los brazos en jarra, me informó de que venían para quedarse (-¿para quedarse, para quedarse dónde?- le dije yo) y que ellas serían mi responsabilidad, yo tendría que mantenerlas, es decir, alimentarlas, vestirlas y, por supuesto, entrenarlas en las artes circenses así como procurar que tuvieran algo que llevar a sus familias a fin de mes.

A partir de ese día empecé a levantarme a las seis de la mañana, las pulgas me llevaron a una rígida rutina que me hacía acostarme agotada cuando me dejaban ir a la cama. Salíamos a correr por mi barrio una hora y luego, de vuelta a casa, empezaban los entrenamientos; antes me había entrevistado con ellas, quería conocer sus gustos y lo que pensaban que era su especialidad no fuera a ser que las emplease en algo aburrido a peligroso para sí. Teníamos una pulga que adoraba hacer equilibrios sobre un fino y elevado alambre, sobre todo gustaba de los saltos hacia atrás, decía adorar las cosquillas que estos le provocaban en el estómago. Uno de los espectáculos fuertes era la pulga barbuda, ésta despertaba expectación cuando salía en un trono dorado empujado por tres pulgas enanas y saludaba al público mientras se mesaba con los dedos la luenga barba. Las pulgas payaso hacían las delicias de los más pequeños, se pintaban sus pequeñísimas caras con rostros imposibles con los que gesticulaban dramáticamente y al final de su espectáculo marchaban en fila contoneando sus traseros. La pulga que más pasión levantaba entre las jóvenes era aquella que armada con casco, rodilleras y coderas se colocaba dentro de un pequeño cañón anaranjado y decorado con estrellas desde el que salía disparada para luego caer en el suelo limpiamente como si tal cosa, los días que ella actuaba retirábamos la parte superior de la carpa dejando sólo los laterales para que pudiera coger altura.

El circo prosperó y empecé a recibir llamadas de los alcaldes de los pueblos próximos para que mis pulgas actuasen en sus ferias, allí fuimos. Al cabo de un mes no había nadie en la comarca que no hubiese oído hablar del famoso circo de pulgas.

Una noche oí toser a una de las pulgas, esa tos sonaba mal y cuando retiré un poco la carpa pude ver que dormía mientras su pequeño cuerpo se agitaba entre convulsiones, tenía gripe. Estuvimos a punto de perderla, pero gracias a los remedios naturales de nuestra particular pulga doctor o chamán como ella gustaba llamarse a sí misma, conseguimos que saliera adelante. Fue entonces cuando decidí construir un anexo a la carpa, donde las pulgas pudieran dormir bien resguardadas y, además, recibir la visita de los familiares durante los fines de semana.

Algunos números requerían de mi presencia, yo me ataviaba como ellas o con un brillante sombrero negro y ayudaba a subir, bajar, retirar obstáculos de la pista, etc. Tomé la determinación de autocontratarme en el circo y ese mismo día nos subí el sueldo por el trabajo bien hecho. En cuanto a la organización, nunca tuvimos problema, no siempre había los mismos números en el espectáculo, todas las pulgas trabajaban exactamente el mismo número de horas, tenían los mismos días libres, alternándose eso sí y si alguna estaba lesionada, ésta no actuaba hasta que el médico le hubiese dado el alta. No había sindicato de trabajadores pero tampoco era necesario.

Los carteles en los que se nos anunciaba poblaban las paredes por doquier. Éramos aclamadas allá donde íbamos y tras recorrer los pueblos vecinos decidimos regresar por un tiempo al hogar.

Una noche, en mi cuarto empezó a oler a quemado, aterrorizada vi un espeso humo negro rodeándome; corrí hasta mi escritorio y vi la pequeña carpa rayada en llamas. El cuarto de baño estaba cerca pero para coger agua lo único que tenía a mano era una botella pequeña de agua mineral que llené varias veces, no sin tropezarme, afanándome en que mis ilusiones no ardieran a la par que el circo. Todo fue en vano, cuando el humo se despejó lo único que quedaron fueron unas cenizas semejantes a las que deja un cigarrillo cuando se consume. La gente no cree en lo que no ve, todos negaron haber visto u oído hablar del circo. Volvían la cara cuando yo, entre lágrimas buscaba una confirmación de mi realidad, me preguntaban si yo las veía y yo respondía que ahora no porque habían muerto, pero que mis pulgas, como mi circo, habían existido.

Ahora cuento esta historia para no olvidar, para seguir creyendo que los circos imposibles existen digan lo que digan.






A quienes creen en circos imposibles...

Texto agregado el 24-10-2005, y leído por 923 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
02-01-2006 qué lindo...cuento? si, cuento, me parece. Vos tendrías que leer a Juceca para inspirarte, te enviaré un libro. Julio César Castro. Un ídolo, lo será para vos también. Me encantó y vos me encandilás , angelito defectuoso. besos y mis cinco***** Nicolas_Nunca
24-11-2005 sin embargo hay gente que quiere volver a Grecia... Bien escrito, aunque me gustó el final, no me gustó la forma en que lo diste... faltó algo asó como... tensión. fack
21-11-2005 Que genial eres, creo que nunca me voy a cansar de decìrlo, cada vez que te leo afirmas mas esta certeza `sobre esa cualidad tan particular de colocarle magia a cada espacio en blanco. Estrellas? realmente no las necesitas, debemos aplaudirte cuando subes sensibilidad envuelta en palabras. Un besote mujer bonita. carloel22
01-11-2005 Gracias por el momento tan agradable que me hiciste pasar con esta lectura. ¡La he disfrutado mucho! Desmoulins
29-10-2005 Hay circos imposibles, que son en los que los payasos lloran y los que se apoderan de nuestros sueños. Genial, me gustó. Mis ***** estrellas para ti sevillana. Abrazos chilicote
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