En la perrera, en la parte de abajo se escuchaban gritos a veces. Grito femenino ahogado entre gruñidos y gemidos.
En la parte de arriba vivía el cuidador, un frentón con cara de loco, obsesionado con las figuras femeninas que poco veía ya que el solo se dedicaba a cuidar los perros y a recibir una que otra persona que venía por un fiel compañerito (fiel!! HAHAHAHA).

Frente a la Perrera estaba la floristería, atendida por una mujer. No había nadas mas bello en ella que su esencia. Desposeída de una Figura exuberante y personalidad, era solo el adorno bello de una jornada gris.


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Cuento corto:
El hombre loco se olvido de su amor del frente porque descubrió a la niña perra de abajo (esa que gritaba). Se obsesiono por esta por lo salvaje, caliente y sus carnes voluptuosas.
Al final la mujer perra se lo comió. Y se comió al remplazarte. Y al otro… Y a todos.
Si no hacen algo por la plaga canina vagabunda, será un mal necesario tener perreras y la mujer perra se comerá a todos los hombres.