Éramos un montón de locos, vivíamos en un sótano oscuro y húmedo. Nos acompañaba un perro pulgoso y lleno de garrapatas. Sus, la bajita de pelo claro a veces se las sacaba una por una con sus manos, los demás locos le pegaban por que Sus no las quemaba.
Al final la presión de los locos enojados por las garrapatas que dejaba e el suelo y el perro que cada día tenía mas, las comenzó a guardar en su boca y finalmente se las tragaba.
Sus murió 2 semanas después desde que comenzó su asquerosa practica.
¿Por qué cuento esto? Porque el día en que la bajita murió me di cuenta de algo.

Ese día me levante entre griteríos y gemidos. Me acerque al tumulto de locos, abrí paso y la vi con sus ojos casi en blanco y una expresión horrorosa a demás de una masa repulsiva de bichos moviéndose epilépticamente.
No pude evitar correr al primer rincón y vomitar ese líquido verde que es lo único que tenía a esas horas de la mañana. Entreabría mis ojos para asegurarme que mi entorno cesara de girar. Me paré a penas y por primera ves olí. Olfatee como perro loco por comida. Me daba cuenta que antes no había estado conciente de los olores de esta fétida habitación.
Me apoyé en una pared para pararme con más seguridad y mis manos quedaron impregnadas de sebo. Di un salto e intente limpiarlo con mi ropa, pero fue inútil estas también estaban sebosas y negras.
Expandí mi vista la dilaté por todo ese sótano y descubrí una nauseabunda escena.

¿Y por que estaba yo ahí?

Ese día descubrí que yo no era una loca.
Pedí a gritos que por favor me sacaran de ahí