¿Recuerdas esas noches? Sí, esas... que mezclaban encantamiento y placer al mismo tiempo. Esas noches cuando nuestras miradas jugaban a las escondidas porque no queríamos saber que pasaría en el minuto siguiente, porque ya los olores que respirábamos a través de nuestra piel lo habían dicho todo y era en ese momento cuando mi timidez y tu ternura chocaban.

¿Recuerdas esas noches? Esas en que no existía nada más que tu cuerpo y el mío mirándose, como si hubiese un espejo justo en la mitad. Esas noches en que tu boca y la mía respiraban a través de nuestros besos. Esas noches cuando el aire parecía cada vez más pesado a medida que espirábamos amor... y sentíamos como si nuestras manos se moviesen en cámara lenta para disfrutar cada milímetro de piel recorrida.

¿Recuerdas esas noches? Esas cuando tu nariz se transformaba en tu mano y nadaba en mi pelo... y se enredaba durante un largo rato en mi cuello. Esas noches cuando mis dedos no querían despegarse de tu espalda y mis pómulos insistían en permanecer eternamente apoyados en tu hombro. Aquellas noches cuando el mejor cruce de palabras ocurría entre tu inspiración y mi espiración... entre mis labios y tu adictiva piel.

¿Recuerdas esas noches? Esas cuando el miedo no existía y las ganas de quedarnos ahí para siempre sobraban, porque no había mejor instante que ese para decirnos todo en un infinito silencio. Esas noches cuando rebeldes nuestros cuerpos nos decían que sólo disfrutemos... porque jamás volveríamos a sentir ese gusto a canela y ese aroma a vainilla como en aquellas.

¿Recuerdas bien esas noches? Sí, esas... las mismas que yo recuerdo cada vez que llega a mi un sabor o un olor dulce... las mismas que me amenazan con vivir ara siempre en mi memoria... las mismas noches que hoy cambiaría por ganar el tiempo que perdí sin decirte lo mucho que lo siento, lo mucho que te extraño... simplemente, lo mucho que te quiero.