El ser humano en su esencia y naturaleza no es un ser obediente y sumiso, no es servil y esclavo, sino independiente y autónomo. La persona desea ser ella misma, generadora de ideas propias, autora de sus actos, protagonista de su vida. Para ser uno mismo libre y autónomo, hay que ser creativo, tener ideas e iniciativas propias y experimentar distintas alternativas, que sólo las mentes libres, divergentes y creativas pueden alumbrar. Sin libertad no hay creatividad, y sin creatividad no es posible la libertad. Sin creatividad seremos esclavos de los hábitos, de los gustos, de los prejuicios, de las manías, de lo preestablecido, de lo real, de lo que ya existe. La creatividad es la exploración de lo inédito e inexistente.
La esencia de la creatividad es la invención de lo que aún no existe o es aún desconocido. Es indispensable que las organizaciones y la cultura respeten, acepten, valoren y estimulen las facetas naturales de realidad humana. El sentido radical de la libertad e iniciativa es clave del bienestar, de la salud física y el equilibrio mental en la vida humana.
La capacidad creadora supone la producción de nuevas combinaciones de elementos ya conocidos, las que pueden contribuir a la adaptación a nuevas situaciones; la toma de decisiones adecuadas; y/o a la búsqueda de alternativas de solución diferentes a un problema determinado, entre otros aportes. Es decir, la creatividad, sin pensar que se trate de una suerte de "panacea", puede configurarse como un elemento fundamental de cambio y transformación, además de una herramienta eficaz de solución a los problemas de la sociedad moderna. Cuando se plantea la idea de desarrollar los potenciales creativos en los sujetos, es necesario hacer una diferencia con respecto a los objetivos que puede tener el desarrollo de la creatividad, los que pueden ser conducentes tanto hacia el productor (sujeto), como hacia el producto creativo; se vislumbra la creatividad como un medio que facilita la felicidad del hombre a la vez de multiplicar la escala de sus vivencias. En pocas palabras, la creatividad sería parte necesaria de una realización integral. Si el énfasis está colocado en el producto creativo, la valoración recae sobre la utilidad social de los mismos. Interesan los productos en función de la sociedad, los que desarrollan una cultura. Sin duda, ambos énfasis no son excluyentes.
Así mismo existen determinados bloqueos o barreras que interfieren en forma negativa sobre el desarrollo creativo en los sujetos. En general, se distingue entre bloqueos cognoscitivos, emocionales y culturales. Entre los bloqueos cognoscitivos, se encuentran los de tipo perceptivo, la sujeción funcional, la fijación del modo de solución, el uso de relaciones causa-efecto y las teorías dominantes. Los bloqueos emocionales se refieren al miedo a cometer errores, la necesidad de encontrar una solución con la mayor rapidez, el exagerado afán de seguridad y la desconfianza de las propias habilidades creativas.
Finalmente, dentro de los bloqueos culturales, se encuentran la presión a la conformidad, la dicotomía juego-trabajo y la excesiva tendencia al éxito, presente en las sociedades modernas.
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