Te he escuchado respirar. He cerrado los ojos, y allí estabas. Transparente. Por unos instantes, he creído que habías vuelto, que como un gorrión que oye el tiro de una escopeta, habías huido, pero que, de nuevo, ahí estabas. He creído, de nuevo, que habías vuelto por mí, que te habías desecho de tus miedos y a mi lado estabas. He creído que creías que allí estaba, esperándote de nuevo. He creído, incluso, que me querías... De repente, tu respiración se ha parado. He abierto los ojos, y aunque estabas conmigo estaba sola en aquella plaza. Ya no creía. Sólo veía. Te veía sentado a mi lado, sin olor. Y aunque ahora veía, sabía, con dolor, que no habías vuelto, y que ahí... no estabas.
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