“El llob no vindrà” (El lobo no vendrá)
Terra Baixa, d´ Àngel guimerà.
Erase una vez, en los tiempos de María Castaña…
Erase una niña de cabellos castaños y ojos vivos; una pequeña, no tan ingenua como aparentan sus modos, pero si confiada y amante del ser humano, una chiquilla a la que enamoraba la gente.
Erase que una tarde de marzo, llegando ya gustosa la primavera, en una de esas horas tibias en que asoma su nariz con calorcito veraniego para contemplar su nuevo nido, en uno de esos momentos donde una se percata de que el sol ya se muestra perezoso de ponerse, y….es que está tan hermoso el día….
Véase que una de esas tardes la pequeñuela sintió sus hormonas renovarse y se vistió con sus mejores galas, tomó su cesto con la merienda y salió a recorrer el bosque incierto de la red, donde un corderillo amable y afectuoso “coincidió” con ella en esa pequeña magia que otorgan el tiempo y el espacio cuando se reúnen para crear ese algo especial.
Ella quedó embobada con su imagen, su cabello largo y negro, sus ojos tristes, sus labios…y le invitó a merendar.
- Tengo miel para las heridas de amor y bizcochos para las heridas del mundo.
- De donde eres?
Quiero conocerte.
Y cada tarde frecuentaban un hermoso encuentro en un lugar concreto del bosque que, poco a poco, se hizo privado.
Pero solo para ella; el corderito gustaba de beber de otras mieles, también lejanas y poco concretas y, aunque a la niña de cabellos castaños aquello no la ilusionaba, sabía esperar y apostar.
Y lo hizo, jugó fuerte por su borreguillo porque creyó que valía la pena, se comprendían, jugaban, aunque el juego fuera arriesgado; lloraban juntos, visitaban los cielos y el infierno, compartían mundos, se complementaban.
El verano hizo su apoteósica entrada; como siempre el astro Sol, con la prepotencia del que sabe que lo puede todo, subió morales y temperaturas, y de pronto, la niña fue “formalmente” invitada por el corderillo.
- Ya quiero conocerte; ven, hazte cargo del pasaje y yo me encargo de tu estancia.
La chiquita de ojos vivos estaba ya enamorada, lo sabía, lo negaba, no comprendía porque la embargaban esos sentimientos, la situación no era real, pero estaban ahí; viajar sola al otro lado del mundo era una experiencia muy arriesgada, pero era tan deliciosa la situación y tan tentadora…
Y entonces aparecieron en su vida, por medio de su cordero, esas otras mieles; porque sí, ahora, él era su ovejilla encantadora; y a la niña de cabellos lacios no le gustó ninguna, la decepcionaron, no comprendía porque su cordero se hacía con esas gentes tan fingidas; pero callaba y otorgaba, a tanta distancia, es muy difícil conocer a las personas y mucho más alimentar quejas; aunque ella lo hacía de vez en cuando, cuando le resultaba muy obvio que influirían en su tan significativo viaje.
Pero si hubo una “miel”, sincera, magnífica, una miel de su corderillo a la que llegó a querer mucho y que la ayudó enormemente; hasta el punto de hacerse cargo de su estancia en el caso de que viajara, de abrirle las puertas de su casa y de mostrarle una web maravillosa llamada:
www.loscuentos.net
- Escribe Rosita, dale!
Haz tu catarsis.
Pasaron los meses y ella preparaba el viaje que fuera “la aventura de su vida”.
A la pequeña de ojos pardos y ademanes bruscos no le gustaba la actitud que iba mostrando ahora su cordero pues quería mezclar su exquisita miel, de elaboración propia, con otras ajenas a su historia, pero el amor no solo no juzga sino que disculpa, y así, ciega y entregada voló una mañana de enero, en pleno invierno.
Sus ojos se llenaron de vida al contemplar el Atlántico por primera vez; conexión en Río, de noche, jamás había soñado con tantas luces juntas y es que la chiquita nunca había salido de su pequeño entorno; comprendió que el mejor espectáculo que pueden gozar unos ojos, es ver el mundo subida en un avión.
Próxima parada, Montevideo; que verde se ve a 11.000 metros de altura!
La niña de ademanes bruscos y voz elevada aprendió muchas cosas en ese viaje, como que las nubes que nublan, y valga la redundancia, son algo concreto y pasajero, que ahora hay una aquí y otra allá, que ahora te afecta y luego no, que por encima de esa pesadumbre que puedas sentir, está el dios Sol; que hay gente hipotecada por 30 años para tener una piscina de 7 X 3´50 metros, cuando los ríos y los lagos son gratuitos y naturales; que viajar es la mejor forma de comprender tu verdadera naturaleza, que el mundo es muy grande, si, es cierto, pero que en unas pocas horas puedes tomar contacto con cualquier persona, no importa donde se encuentre; que hay gente viviendo en terrenos estériles cuando a pocos kilómetros existe un valle verde; que no se porque extraña razón hay gente que se aferra de por vida a un pedazo de tierra pedregosa que nunca va a dar provecho, así nos aferramos a nuestros apegos, que nublan, como esas nubes, y valga la redundancia, nuestra visión, y nos hace esclavos de nosotros mismos; que las cadenas y las rejas no existen más que dentro de nuestra mente, así, enemiga nuestra muchas veces y ocupada en producir no se sabe que cosa que nos impida ser felices y prósperos.
Y me fui, me fui de esa niña de ojos grandes a la que quiero con todo mi corazón; tambien en su viaje vió a los gigantes.
Los Andes!!!!!
Que espectáculo!!!!
Solo por verlos había valido la pena el viaje, y después al otro gigante:
El Pacífico!!!!
Que enorme!!!!
Acostumbrada a su pequeño Mediterráneo, y a pesar de contemplar semejantes panoramas, estaba echándolo de menos hasta la médula de los huesos.
Pero esta era una historia de amor que la chiquilla de cabellos castaños, debía vivir; muy al margen de su sentimiento de culpabilidad por no llevarse con ella a su hijo, muy al margen de los consejos “suicidas” que le dieron, muy a pesar de que tal vez nadie la esperara en el aeropuerto, aunque ella sabia que su “miel” no fallaría nunca; pero había tomado el vuelo sola, por primera vez, en una aventura sin precedentes para ella.
Y la pequeña de ademanes bruscos y voz elevada llegó a su destino, Balanta, ese país ansiado, puso un pie en el suelo y lloró de felicidad, la inquietaba enormemente que no hubiera nadie esperándola, pero no fue así; abrazó a su “miel” con todo el amor de su corazón, y después a su corderillo, y juntos emprendieron un hermoso viaje.
La niña de ojos vivos no pudo comprender el sentir y la forma de ser de ese otro país, tan diferente al suyo, y su “miel” tan querida se apartó de su camino; la chiquita no entendía que había fallado, pero su borreguito la amaba y eso era lo único importante en ese momento y era tan suave su piel de lana….
Y la pequeña, vestida ahora con una caperuza del color rojo de la pasión, cayó en el cebo de su cordero; ciega de amor se quedó viviendo su “real” historia con el corderillo.
- Te amo – dijo él en Puerto M. con lágrimas en los ojos.
Y fijaron ese lugar concreto para reconocerse en su amor recién engendrado; el cuarto de un hotel y la zona pesquera de esa ciudad, tan pequeña como hermosa, donde ambos se prometieron volver.
A la pequeñuela le impresionó el puerto y los palafitos, también los lobos marinos que conoció al día siguiente y que nunca había visto; así como los delfines vivos, saltando en el agua felices y el trayecto posterior en barco que los llevaría a la mágica isla, de belleza incomparable, donde él, su corderito, le pediría noviazgo formal.
Y todo sucumbió en su vida.
La chiquilla de la historia tuvo que regresar a su país, pero la piel de cordero la reclamaba y volvió, volvió a Balanta, enamorada y dispuesta a todo, se enfrentó con agresiones, humillaciones, la echaron de casa, pero nada importaba, su cordero estaba dispuesto a defenderla con su vida.
Y, en uno de esos momentos en que el ser físico se hace uno con Dios, la pequeña y su piel de lana contrajeron matrimonio en una ceremonia privada; convirtiéndose así, sin saberlo, en la Señora de Feroz.
La niña caperuza roja no cabía en si, ya no importaba el esfuerzo, el trabajo que le había costado volver a viajar, no importaba el sacrificio, creía que el mejor borreguillo del mundo se había convertido en su esposo.
Pero hubo problemas debidos al resto del “rebaño” y la pequeñuela empezó a darse cuenta y se sintió mal, cada vez peor, hasta el punto en que su relación con el corderillo (Señor de Feroz) corría peligro, así que tuvo que volver de regreso a su país.
Con una promesa de amor de por vida y grandes sacrificios (y deudas contraídas) consiguió que el corderito de su alma, piel de cordero, pudiera reunirse con ella.
- Lo intentamos aquí – dijo ella- te gustará esto?
- Si mi amor, lo prefiero, prefiero vivir en España y que estemos los dos bien.
Y a la luz de la luna en una noche dudosa, en una noche absurda y malparida de uno de octubre, así como suena, de un día para otro, el corderillo se quitó la piel.
La pequeña caperuza no cabía en su asombro:
- No viajo, no te amo, no me haces feliz.
Soy un lobo y prefiero la vida que llevaba antes.
Comprendió que había dado su trabajo, su amor y su esfuerzo, por un ser deshonesto.
Un lobo perteneciente a toda una manada, se sintió como el que cae en un nido de víboras; la caperuza había luchado en vano contra verdaderos Titanes, Titanes de familia, de supuestamente, buenos amigos del corderillo, personas que lo arrastraban a llevar la vida vacía que solía frecuentar antes. Titanes de magia negra, de dolor, de vómito por la aversión que me dan; Titanes a los que sirve como criado, como bufón, a los que se aferra por tener a alguien, por pertenecer a un grupo social que no es el suyo; la niña caperuza de ojos vivos y ahora, ademanes tristes, le mostró una libertad que su corderillo, lobo con piel de engaño, no quiso apreciar.
El Señor de Feroz devoró los anhelos, los proyectos, las ilusiones, el esfuerzo, el AMOR de la caperuza, en una sola frase:
- No viajo, ya no te amo.
El cuento termina con el estómago del lobo lleno de piedras y ahogándose en el río para saciar su sed.
En mi cuento, al lobo le complace tener esos dolores de tripas provocados por “el resto de la manada” y por miedo a enfrentarse al cambio, a lo desconocido; aunque un día, irremediablemente, necesitará beber en ese río y digerir o ahogarse.
Que pena que alguien elija no ser libre.
FIN
“Cuando el dolor deja de ser patético y se hace maestro, una puede hacer marcha atrás en el recuerdo y reconocer los fallos que terminaron forjando una situación determinando así su final, y aprender así, con esa experiencia, a forjar un futuro mejor.”
…..Y la caperuza, a veces, abre su ventana y grita a los cuatro vientos:
“He mort el llob….” (He matado al lobo)
“He mort el llob….”
“He mort el llob….”
Terra Baixa, d´ Àngel Guimerà.
Para Gatelgto, en agradecimiento a su apoyo incansable e incondicional.
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