Otra vez sucedía lo mismo. Otra vez que aparecían los restos de una mujer diseminados por el bosque. Otra vez el monstruo había salido de caza, dejando detrás de si dolor, llanto y muerte.
Muchos eran los caballeros, valerosos y de todos los rincones del mundo conocido que habían intentado terminar con el monstruo, y nadie podía. Venían tentados por la recompensa, ya millonaria o por la mano de la hija del Rey, pero se iban con la muerte y sin gloria.
La luna llena sale por el horizonte. Otra noche igual. El día han pasado colocando barreras, clavando tablas a ventanas y puertas. Pero saben que es en vano. Nada detiene al monstruo. El pueblo reza para que el monstruo les deje en paz.
Se ollen pisadas por el bosque, y la armadura refleja la clara luna. Otro valeroso caballero que busca su gloria o perdición.
-¡Otro infeliz, que busca la muerte desafiándome!- dice el monstruo al caballero desde su espalda.-Si te giras, ya sabes que morirás. No puedes verme.
El caballero gira lentamente, hasta que está que esta de frente. No cae.
-¿Cómo que no caes? ¿Qué clase de magia haces?-Grita el monstruo abalanzándose.
El caballero, ágil, le da tiempo a empuñar su espada, y atravesar el monstruo.
Al día siguiente, de madrugada, el caballero va por el camino real, arrastrando al monstruo muerto. La liberación ha llegado, y todo el pueblo alegre lo celebra. Pero el caballero impasible se dirige a palacio.
Toda la Corte estaba espectante, para saber quién había conseguido la hazaña, la Sala del Trono estaba a rebosar.
-¿Quién es el valiente caballero, puede darnos el honor de descubrirse?
El caballero se quita el casco, saliendo una melena pelirroja, larga y rizada. Era una mujer, y echó una mirada con sus cuencas de los ojos vacias. El horror llenó la sala.
-Laraine, te amo, ven conmigo.-Dijo la mujer a la princesa.
Esta corrió hacia ella preguntando:
-¿Qué has hecho con tus bellos ojos verdes?
Y se echo a llorar.