No hay dios ni sed en miradas indómitas
Que cruzan tiempos ajenos
La risa, el viento cuando se mezclan con tus cabellos
Tanta dulzura en los poros agitados por el placer
Regalando una figura contenida en un solitario amanecer
Caminando se va quemando el dibujo del sol de medio día en tu piel
Pulcramente quitaste esa daga de mi ser
Me mostraste el fin de mi vanidad
Poniendo fin a un siglo de frialdad
Yo que creía que los sentimientos humanos
Eran vagos y lejanos
Sin darme cuenta los pusiste sutilmente en mis manos
Cuando sonríes el mar se rinde
Y todo se redime y el suelo ya no es firme
Las palabras están desnudas y se cohíben
La mente pasa a ser un latido más
Que solo tú puedes controlar
Pintando un mundo casi irreal
Mirando el tiempo que se consume en el silencio de un besar