Es usted mi señor la luz en mis ojos cada martes y miércoles. Vino usted con su presencia a romper mi esquema para imponer un sueño. El sueño de toda mujer según las madres. Con usted podía imaginar toda una vida compartida y hasta hoy podría jurarle que le amo y que lo amaría aún a mis 90.

Quien no conoce la sensación de perderse en la voz de otra persona no ha estado enamorada. Dos horas al día me daban suficiente melodía para navegar el resto de la semana. Y sabía que ese mi sueño imposible estaba sólo un poquito entre mis manos, cada vez que sus ojos me encontraban o su boca encontraba mi mejilla, o su mano mi hombro. Con una palabra me cautivaba, jamás “bella” había tenido tanto sentido. Usted, mi señor, ha sido el primero al cual quise creer que sí, en efecto puedo ser bella.

Sin embargo, sé que usted no es para mi tiempo, no es para mi ética y usted no me quiere para sí. Pensé que lo había olvidado, que a mis 20 podía superarlo, pero hoy lo ví señor y el corazón me dio un vuelco y quise correr y prenderme en sus brazos… pero ya lo dije no somos del mismo tiempo y mis delirios de niña boba no deben interesarle.

Y sigo creyendo que talvez las estrellas y nuestras vidas pasadas unan nuestros caminos, porque lo que veía en sus ojos era un profundo futuro, el futuro que quisiera vivir, las manos que quisiera sobre mí y la otra misma mitad de mí.