Luz,
un amanecer
de cálidas plegarias;
tu vida irradiando
el desenfado de los Dioses;
mi corazón atado a esos suplicios.
Frecuencia de muerte,
la luna electrizada
derrama su blancura
ante el influjo de las pieles.
Callada observo el arrebato
de corceles y de sombras,
para perderme en
esa jugarreta
de los soles.
Detrás,
tu presencia se esfuma
bajo infinitos rostros...
No temas amor,
mis pechos
se estremecen
en una suave serenata
de cautivantes mieles,
mientras todo se preserva
bajo ese gigante silogismo.