Tantas canciones a María... tantos poemas, tantos cuentos, tantos sueños. Pero parece que María no los conoce, que no sabe que existen, o que simplemente les da la espalda. Y entonces, muy temprano en la mañana se levanta; prende el fuego; cocina el desayuno, mientras piensa en el almuerzo; arregla la casa; sacude la alfombra; riega las plantas; saca la basura; sueña con llegar a ser persona alguna vez.
Y María lidia con una casa, donde los hijos se van, pero los nietos quedan; donde tiene marido hasta las cuatro de la tarde (hora en que este decide esconderse tras una garrafa). Y María se queda con todas sus ganas de hablar, con su llanto represado, con su soledad enmascarada de alegría, con sus ganas de sentir.
Entonces María disimula su tristeza en el dialogo de una telenovela, en un té ocasional con las chicas del club (que por supuesto se llaman María, pero que se disfrazan de otros nombres, de señoras, de triunfadoras...) Y María guarda sus angustias en un armario (en una pequeña y cuadrada caja azul, con una flor amarilla en la tapa); las mezcla con algunas fotos, tres o cuatro recuerdos y una servilleta que dice te quiero.
Y María piensa en karmas, en vidas pasadas, y se justifica creyendo que debió haber sido muy mala en otras existencias y que esta, por conclusión, es su justa pena. María intenta soñar con otra vida, con un príncipe azul que la libere de esta torre, de esta prisión que sus mismos familiares le han impuesto, que la rescate de este destierro de cualquier alegría. Pero no puede, la escoba no da tiempo, y encima de eso todavía le falta lavar.
Lo raro es que María siempre sonríe; constantemente está dispuesta a escucharte, a darte un consejo o simplemente un abrazo. Ella más que nadie sabe cuan difícil es soñar, pero te estimula a intentarlo. Te enseña a rezar, a creer y a volar. Suda y llora sangre para que tú no tengas que hacerlo. Pone su cuerpo, como escudo, ante la bala. Jamás deja de cantar. Es ángel, maestro y héroe enmascarado. María es amiga, compañera y madre.
Tantas canciones a María, tantos poemas, tantos cuentos, tantos sueños; y con ninguno pude decirle todo lo que sentía. Tantas canciones, tantos poemas, tantos cuentos, tantos sueños y con ninguno pude aferrarla a este mundo en aquel día que decidió partir al cielo a bailar con las gaviotas. |