Sobre las azules aguas del río Sena, cada noche, cuando casi la totalidad de los botes dejaron de navegarlo, emergen las ondinas y demás espíritus del agua que habitan en sus profundidades para flotar sobre la superficie y gozar de la noche antes de que amanezca y antes de que los paseantes lo vuelvan a navegar. Durante el día, los espíritus del agua observan desde lo profundo aquellos botes y se entretienen con sus innumerables viajes de uno a otro extremo.
Melusina es uno de sus habitantes, ella sale con sus compañeras por las noches a disfrutar de la atmósfera bajo el cielo de París. Una noche, Melusina no sintió pasar el tiempo y se quedó dormida sobre la cubierta de un bote hasta el amanecer. Un madrugador parisino la descubrió durmiendo sobre su bote muy cerca de Pont Neuf y se sorprendió de haber encontrado a una criatura tan extraña en él, porque Melusina es un bellísimo espíritu de las aguas que de la cadera hacia arriba es una mujer de larguísimos cabellos oscuros, sus rasgos son delicados, tiene unas aletas verdosas en sus espaldas y de la cintura hacia abajo es una serpiente.
- ¡No, por favor no me descubras ante los mortales! – le suplicó Melusina al navegante en cuanto despertó y se vio atada – Sí, no soy un ser como los que estás acostumbrado a ver, te parezco extraña, pero por favor no divulgues mi presencia, no me captures, ya una vez intentaron hacerlo y me llevaron a un espectáculo para ser exhibida, logré escapar, pero he sufrido mucho y no deseo que nadie conozca mi existencia
- ¿Sabes que tú me puedes hacer rico?
- ¿Qué más riquezas quieres que haber conocido a un espíritu del agua?, sin embargo puedo darte las joyas que poseen las profundidades o puedo concederte un don, alguna virtud que desees, pues tengo poderes.
- Dime, ¿quién eres y de dónde has venido? - preguntó con curiosidad el navegante.
- Mi historia es muy triste, pero si es necesario que conozcas mi infortunio para que me dejes ir, lo haré con gusto.
Yo nací en un castillo de Avignon hace quinientos años, fui hija de unos duques que me criaron con todos los lujos imaginables. Al crecer me convertí en una agraciada joven capaz de robar el corazón de cualquier hombre.
Durante una fiesta conocí al príncipe, él quedó prendado de mí desde ese momento y yo también lo amé, pero no todo era tan sencillo, el príncipe para ese entonces ya estaba comprometido con una princesa de otro reino, ella también estaba en la fiesta y al ver que su prometido estaba fascinado conmigo ella se convirtió en una furia, nos amenazó y salió de la fiesta loca de ira.
Meses después, el príncipe y yo anunciábamos nuestro compromiso y nos casamos. El día de los esponsales todo nos prometía la felicidad, pero quién conoce las amarguras del destino ni lo que sobrevendrá, aquella princesa que él había desdeñado por amor a mí, llegó al banquete de bodas justo cuando mi amado príncipe estaba siendo felicitado por sus cortesanos, por lo que a excepción mía nadie notó su presencia.
La terrible mujer, llena de odio y de celos, me lanzó un catastrófico hechizo mientras me decía: “yo te auguro que nunca serás feliz al lado del príncipe, una terrible tragedia te perseguirá por el resto de tus días: en cuanto la luna esté llena tu cuerpo se transformará en un ser mitad mujer y mitad serpiente del agua. Así vivirás el resto de tus días, que serán muchos y muy largos, pues tu vida se prolongará setenta veces más que la de cualquier humano. El príncipe conocerá que se casó no con una mujer, sino con una extraña criatura incapaz de darle hijos y de hacerlo feliz y te repudiará, lamentando de por vida el no haberme desposado a mí”. Después de decirme esto la cruel princesa se marchó.
Por varios meses el príncipe y yo fuimos felices, pero cuando se acercaba la luna llena yo le pedía a mi marido que me dejara a solas hasta el día siguiente y como él era demasiado bueno conmigo condescendía siempre pensando que yo deseaba privacidad para descansar. Y así, mientras yo dormía en los aposentos de otra ala del castillo, mi cuerpo comenzaba a transformarse, y era hasta el amanecer cuando yo volvía a recuperar mi forma de mujer.
Cuando la servidumbre y los cortesanos comenzaron a notar la separación de mi esposo una noche cada mes, no tardaron en divulgarlo por el pueblo, entonces las malas lenguas comenzaron a envenenar a mi marido con intrigas y él se atormentaba con unos celos que nunca había sentido y de los que yo nunca le di motivos.
Yo, por mi parte, estaba ajena a todas estas habladurías, porque el príncipe nunca me dijo nada ni me demostró sus celos. Mas eran tantas las murmuraciones en mi contra y en contra del honor de mi príncipe, que una de aquellas lunas llenas él decidió ocultarse y pernoctar en el ala oriental del castillo en donde yo me aposentaba para espiarme a través de los cortinajes y conocer si yo recibía a un amante como todos suponían.
Lo que vio mi marido fue mucho peor de lo que había supuesto; mi enorme cola de serpiente y mis alas de alga, se asustó tanto que rasgó los cortinajes y se dirigió a mí preguntando por qué artes yo lo había engañado para enamorarlo, que yo era una criatura infernal y no una mujer, que era una hechicera y como a tal me trataría enviándome a la hoguera.
Al amanecer salí del castillo huyendo de Avignon y de todos los seres humanos con los que me pudiese topar por no volver a ser lastimada. Llegué a París con la intención de visitar la Catedral de Nuestra Señora para suplicarle que me dejara ser criatura por siempre, pues si ser mujer significaba ser vil y cruel como los muchos seres humanos que yo había conocido y que me habían dañado, mejor sería que me dejase ser por siempre criatura, pues las que hasta el momento había conocido en los ríos eran seres de calidades y virtudes muy superiores. Nuestra Señora me concedió el don de quedarme así y ser una de ellas. Si ustedes los humanos casi no nos conocen es por no horrorizarlos con nuestra visión, además de que procuramos ocultarnos para no ser objeto de sus maltratos.
Desde el instante en que se cumplió mi deseo necesité como nunca del agua y me sumergí en el Sena en donde no sólo habito yo, sino las miles de criaturas sobrenaturales que ustedes los mortales ni siquiera serían capaces de imaginar que existen.
No volví jamás a recuperar mi forma humana, y nunca más me he arrepentido de mi deseo, pues aquí vivo en paz sin necesidad de convivir con los humanos.
Aunque ya he vivido más de quinientos años, soy más feliz bajo el agua de lo que cualquier ser humano lo sería sobre la tierra en la que me trataron con la mayor crueldad del mundo.
El navegante se conmovió tanto con la historia de Melusina que, la dejó ir sin pedirle dones ni riquezas, con lágrimas en los ojos miró cómo ella se sumergía entre la espuma azul y desaparecía de su vista. Melusina se dio cuenta entonces que no todos los seres humanos eran tan crueles como ella suponía.
Ahora, segura Melusina de que el navegante guardará por siempre su secreto, sale casi cada madrugada a platicar con él hasta antes de que amanezca en la ciudad de París y llegue a ser descubierta por otros.
Como este navegante hay infinidad de colegas suyos que tienen tratos con los habitantes de las profundidades del río, la mayoría de ellos conoce la existencia de estos seres aunque se ocupan muy bien de guardar este secreto, que, por otra parte, es tan sólo uno de los muchos secretos que posee el Sena.
REGISTRADO ANTE INDAUTOR DE LA COLECCIÓN DE CUENTOS "LA VENDEDORA DE SUEÑOS".
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